Fundación Amén Comunicaciones2024-12-182024-12-182024-12-27http://72.167.44.240:4000/handle/123456789/791https://drive.google.com/file/d/1auL6OY6lh_nMBXhg8G4XBBbYc_024L4H/view?usp=drive_linkTRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES En la fiesta litúrgica de san Juan apóstol y evangelista, el discípulo más amado por Jesús, en el contexto de esta llamada octava de la Navidad del Señor (que es la misma celebración de la Navidad extendida por ocho días), reconozcamos cómo la palabra hecha carne, Jesús mismo, es el centro de nuestra fe cristiana y experimentémonos como san Juan, discípulos, esto es, eternos caminantes tras las huellas del Maestro, del Mesías. Pero experimentémonos también amados como Juan, de una manera personal, profunda, transformante. Sabemos que Juan es simbolizado por el águila, porque este animal voló alto, muy alto en las montañas y cordilleras de todos los tiempos, y Juan es el que vuela más alto en la experiencia mística y espiritual del amor de Dios en Jesucristo. A diferencia de muchos hombres, millones de personas por desgracia, que podemos tener vuelos cortos, bajos, vuelos ramplones como los de las gallinas o gallinetas; el vuelo de Juan es el del águila, con una vocación muy alta de experimentar la profundidad y el misterio de un amor que acaso nunca en la vida lo podremos conocer en ningún cariño humano, puesto que todos los hombres y mujeres marcados por la realidad del pecado, somos incompletos para amar, imperfectos para amar, veleidosos y cambiantes para amar, egoístas a veces rencorosos, a veces orgullosos para el amor. Pero de esta fiesta del discípulo amado ¿qué enseñanzas podemos sacar para nuestra vida? Aprendamos dos importantes para el hoy de nuestra historia. La primera, como Juan, nunca dejemos de ser discípulos. Así llama Jesús a los suyos, y es que el discípulo es un eterno caminante, sediento de la verdad, buscador de la justicia, la libertad, la paz, la esperanza, pero, sobre todo, aquel que quiere trascender siguiendo las huellas de su Maestro. Es que, como afirma algún autor: “Sólo el hombre se supera, supera infinitamente al hombre”. Y esto lo realizó Jesús, el verbo encarnado, el Dios hecho hombre, y nosotros, si somos buenos discípulos, seremos capaces de seguir sus huellas; pero para esto se necesita humildad de corazón, esto es, saber de nuestros límites, de nuestras debilidades, de nuestro barro personal. Pero también para ser un buen discípulo fiel de Jesús, se requiere ser un peregrino incansable, un buscador infatigable de esa utopía, esa quimera, ese sueño de la humanidad perfecta, la humanidad culminada y sólo realizada en la Persona divina de Jesús. Pero además de ser peregrinos y humildes, el discípulo está abierto al infinito. Es que como decía san Agustín: “Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón no descansará hasta que no repose en Ti, nuestro corazón estará inquieto hasta que no descanse en Ti”. Pero ser discípulo, además de la humildad, del peregrinaje, de la apertura a lo infinito, requiere que seamos caminantes fraternos, en comunión con los hermanos, con la familia, en la comunidad cristiana. “Es muy fácil ser seguidor de Jesús” cuando no te dejas confrontar, cuestionar en tus incongruencias, en tus incoherencias por tus hermanos de sangre, en la familia, por tu cónyuge, en el matrimonio, por tus hermanos en la comunidad cristiana allá en la parroquia. Pero hay una segunda enseñanza, además de ser siempre ejemplo de san Juan apóstol y evangelista, tener siempre la actitud de discípulos, de aprender y aprender y de sabernos humildemente necesitados de Dios hasta el final de la vida, reconozcamos con Juan que estamos llamados a conocer y experimentar el amor profundo de Dios. Juan se recuesta en el pecho del Maestro Jesús en la Última Cena, pero Juan es también llamado el discípulo más querido, más amado por Jesús en el grupo de los cercanos, y esta experiencia del amor de Jesús en nuestra vida, es una experiencia medular, esencial, única, sin la cual no podemos ser verdaderos cristianos. Siento que hemos caricaturizado la fe cristiana, cuando pensamos que ser católico, ser cristiano es cumplir simplemente una moral, habiendo ateos que también tienen valores éticos y morales, o pensar que ser cristiano y ser católico es conocer unos conceptos, unas definiciones y unos dogmas, habiendo mucha gente erudita que, sin ningún tipo de fe religiosa, a veces son más sabios que nosotros. O hemos pensado que ser cristianos católicos es cumplir y vivir una ritualidad que a veces no entendemos, cuando hay ritualidades también en los partidos de fútbol, hay ritualidades en la vida social que otros cumplen como nosotros, sin ser necesariamente creyentes. Y esto lo digo para señalarles que más allá de una moral, aunque el evangelio tiene consecuencias morales, más allá de un dogma, aunque el evangelio nos presenta unos conceptos fundamentales, más allá de una liturgia o ritualidad, aunque el cristianismo tiene una ritualidad celebrativa propia, más allá de un derecho canónico, más allá de un rezo mecánico, el evangelio es sobre todo la vida nueva, experimentada por un amor único que jamás habíamos conocido en ser humano alguno, un amor superior. Esto lo entendió tan claramente san Juan que afirmará como un verdadero testigo de un nuevo amor, de una nueva vida infundida por Cristo en él, y dirá Juan: “Lo que he visto, lo que he escuchado, lo que han contemplado nuestros ojos, lo que han palpado nuestras manos, la palabra de vida, de ella les damos testimonio y les anunciamos que la vida eterna que estaba con el Padre se ha manifestado en su Hijo Jesucristo y la quiere compartir con nosotros”. Pero sigue Juan en su reflexión y nos invita: “A permanecer unidos entre nosotros con esa misma unidad de amor profundo que hay entre el Padre y el Hijo”. Y también nos invita Juan: “A correr juntos la carrera de la fe” (como Juan y Pedro en el evangelio de hoy corrieron hacia el sepulcro donde Jesús había sido depositado), y nos dice: “Que Juan llegó primero”, (quizás por más joven o simplemente porque más amoroso y sintiéndose más amado por Jesús, el amor urge, el amor apremia y permitió que Juan llegara primero). Concluimos diciendo, que la experiencia nueva de Jesús en la vida es una experiencia que nos llena de alegría plena, y así lo concluye la lectura, primera lectura de Juan en la liturgia de hoy, cuando nos dice: “Les escribimos esto para que su alegría sea completa”. Es que la gran alegría de la vida es Dios en mi corazón, en el corazón de mi familia, en el corazón de la humanidad, una verdad tan simple que no entendemos sino por la oración de fe, la vida sacramental continua, la meditación de la Palabra de Dios, la vida de amor y fraternidad y la caridad con el necesitado y el sufriente, sólo cuando Dios en Jesucristo habite en nosotros, hay alegría perfecta. Y con razón el salmo responsorial de la liturgia de este día nos invita: “Alégrense justos con el Señor, amanece la luz para el justo, amanece la alegría para los que son rectos de corazón”. Apóstol san Juan, intercede por nosotros y muéstranos en un mundo de tecnología, de superficialidad, de fiesta, de juerga, de licor, de comida abundante hasta la gula, muéstranos el camino del verdadero amor y de la vida en plenitud. Que el Señor te bendiga en este día, en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.REFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO Juan 20, 2-8 Lecturas del día de Hoy: Primera Lectura: de la primera carta de Juan: 1Jn 1, 1-4: Queridos hermanos: Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos: la Palabra de la vida (pues la vida se hizo visible), nosotros la hemos visto, os damos testimonio y os anunciamos la vida eterna que estaba con el Padre y se nos manifestó. Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos, para que estéis unidos con nosotros en esa unión que tenemos con el Padre y con su Hijo Jesucristo. Os escribimos esto, para que nuestra alegría sea completa. Palabra de Dios, te alabamos Señor. Salmo de hoy: Salmo (97)96, 1-2.5-6.11-12: Alegraos, justos, con el Señor. El Señor reina, la tierra goza, se alegran las islas innumerables. Tiniebla y nube lo rodean, justicia y derecho sostienen su trono. Alegraos, justos, con el Señor. Los montes se derriten como cera ante el dueño de toda la tierra; los cielos pregonan su justicia, y todos los pueblos contemplan su gloria. Alegraos, justos, con el Señor. Amanece la luz para el justo, y la alegría para los rectos de corazón. Alegraos, justos, con el Señor, celebrad su santo nombre. Alegraos, justos, con el Señor. Evangelio de Hoy: Lectura del santo Evangelio según san Juan 20, 2-8: El primer día de la semana, María Magdalena echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: - «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.» Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Palabra del Señor, Gloria a ti Señor Jesús.Actitud de aprenderDiscípulo amadoFinal de la vidaHumildadIntercesiónSaberse necesitado de DiosSan JuanSantidadSer un buen discípuloTestigo del amorVida nuevaBibliaEvangelio¡El discípulo amado!San Juan-Discipulo amado