¡Fiesta de bautismo del Señor!
Loading...
Date
Authors
Journal Title
Journal ISSN
Volume Title
Publisher
Abstract
REFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO
Marcos 1, 7-11
En aquel tiempo, proclamaba Juan: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo, y no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado con agua, pero Él los bautizará con Espíritu Santo». Y sucedió que por aquellos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse los cielos y al Espíritu que bajaba hacia Él como una paloma. Se oyó una voz desde los cielos: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco».
Palabra del Señor, Gloria a ti Señor Jesús.
Description
TRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES
Con la fiesta del bautismo del Señor Jesucristo, culmina el tiempo litúrgico de la Navidad, iniciaremos a partir de mañana el llamado tiempo litúrgico ordinario. Pero, ¿qué significa el bautismo para los hombres y mujeres de nuestro tiempo?, muchos probablemente desconozcan, que el bautismo en la Iglesia naciente, no era un bautismo de agua por infusión, sino un bautismo en agua por inmersión. En el fondo, era un intento de reconocer, que en el bautismo hay un nuevo nacimiento, un nacimiento a la vida divina, a la vida de Dios y que ese nuevo nacimiento, y con el agua por inmersión, se quiere significar un volver al útero materno, a la placenta original, a estar (permítanme la expresión), en ese océano de amor que es el vientre materno y nosotros volver al sumergirnos en el agua y el Espíritu Santo, en la vida nueva de Dios que nos quiere regenerar.
Tal vez son dos consecuencias fundamentales, que tenemos que tener claridad sobre nuestro propio bautismo.
La primera, somos purificados de nuestros pecados, nos lleva a regenerar nuestra vida, a nacer a una vida nueva, somos criaturas nuevas.
Pero quizás la segunda consecuencia y más poderosa de todas, es nuestra filiación, de alguna manera, el entrar a formar parte de la familia de Dios, como hijos de Dios, hijos del Rey. En efecto, según el pasaje evangélico, se escucha una voz desde el cielo que dice: “Tú eres mi hijo muy amado, Tú eres mi Hijo el predilecto”.
Pues por el bautismo nuestro, el mismo Dios, está repitiendo lo que dijo a su Hijo Jesucristo hace 2000 años, nos llama a nosotros sus hijos y no hijos en cualquier condición, sus hijos muy amados, sus hijos predilectos. ¿Quién no quisiera estar en los afectos de Dios?, ¿quién no quisiera estar en el corazón mismo de Dios?, pues bien, por la experiencia del Sacramento del Bautismo, nosotros somos injertados en esa nueva vida y somos en verdad hijos predilectos, hijos muy amados de Dios. Injertados también en el misterio de la Iglesia, donde nosotros reconocemos la verdad, de que entramos en esa comunidad de creyentes, donde de alguna manera somos insertados por el misterio del bautismo, allí somos incorporados.
Pero viene esta segunda consecuencia, Dios unge con todo el poder del Espíritu Santo a su Hijo, significado en la imagen de la paloma. Nosotros en el bautismo por el Santo Crisma, somos ungidos con el Espíritu Santo, el poder de Dios. ¡Qué alegría!, ¡qué emoción!, ¡qué acto de agradecimiento!, y sobre todo, que gran descubrimiento cuando trascendiendo lo meramente social, lo meramente cultural que vivimos en un bautismo, las fotos, los rituales, descubrimos que somos en verdad hijos de Dios y que esta condición nos hace únicos. Ya no somos más una criatura en medio del mundo creado, soy alguien muy importante para el Rey de Reyes, Señor de señores, soy su hijo predilecto, su hijo muy amado. Mi pecado, el pecado de origen ha sido borrado, ha sido lavado, ha sido purificado en la sangre de Cristo y me entrego a vivir, la vida nueva por el fuego del Espíritu Santo.
Hoy agradezcamos al buen Dios, el día de nuestro bautismo, agradezcamos al sacerdote que nos entregó en el agua y en el Espíritu Santo, esa vida nueva, y pidamos perdón, si no hemos tenido conciencia de sacramento tan alto. Mucha gente hoy se sorprende, que entre los siete sacramentos de la Iglesia, todos portadores y comunicadores de la vida divina, el más importante de todos, es precisamente el sacramento del Bautismo, cuya fiesta hoy celebramos en el bautismo de Jesucristo; y es el sacramento más importante, porque éste, nos da la condición y la dignidad más alta de todas, las dignidades, ser hijos plenos del Rey.
Señor, en un momento de oración, quiero agradecer, aquel día, aquella capilla, aquellos padres y padrinos, aquel sacerdote, aquella agua bendecida, transmisora del poder del Espíritu Santo, que me hizo verdaderamente una nueva criatura. Quiero renovar los votos, las promesas, los compromisos que hice el día de mi bautismo. Quiero creer solamente en Dios, como la gran luz, la gran verdad y la gran salvación de mi vida, y quiero renunciar al maligno, a sus fascinaciones, a sus seducciones y a la obra que hace en el mundo.
Señor, dame por la fuerza del Espíritu Santo, redescubrir, revalorizar, la gracia infinita, inmensa, que recibí el día de mi Bautismo. Amén.
Que el Señor te bendiga abundantemente en este día, en el nombre del Padre y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.