¡No amen lo que hay en el mundo!
dc.contributor.author | Fundación Amén Comunicaciones | |
dc.date.accessioned | 2024-12-18T20:04:20Z | |
dc.date.available | 2024-12-18T20:04:20Z | |
dc.date.issued | 2024-12-30 | |
dc.description | TRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES Realmente es impresionante la primera carta del apóstol san Juan, que la liturgia de la Iglesia nos presenta en este día como primera lectura. Juan en efecto, escribe a los padres, escribe a los hijos, escribe a los jóvenes, empezando por los hijos les dice: “Se les han perdonado sus pecados por el nombre de Jesús, porque han conocido al Padre de los Cielos”. Luego escribe a los papás y dice: “Ustedes conocen al que es desde el principio, conocen al que existía desde siempre”. Y finalmente escribe a los jóvenes diciendo: “Ustedes han vencido al maligno, han sido fuertes y la Palabra de Dios permanece en ustedes”. Pero tal vez la expresión más monumental, más impresionante de esta primera carta de Juan en el capítulo 2 es la afirmación lapidaria: “No amen al mundo, ni lo que hay en el mundo”. Y aclarará el discípulo amado por Jesús: “Si alguno ama al mundo, realmente no está en él el amor del Padre”, y distinguirá “Que en el mundo hay tres realidades oscuras, la concupiscencia o el desorden que esclaviza la carne, la concupiscencia o el desorden de los ojos y la arrogancia del dinero, la vanidad del poseer”. Precisará Juan: “Que ninguna de estas tres realidades del mundo procede del Padre Dios, sino que son del mismo mundo y el mundo, por más que nos deslumbre, es como la pólvora que deslumbra, pero no alumbra, y esa concupiscencia, ese deseo desordenado de la carne, entiéndase la gula, entiéndase la lujuria, entiéndase el bienestar, la pereza, todo esto pasa. La concupiscencia de los sentidos, entiéndase la ambición, la codicia, el orgullo, el poseer también pasará, y la arrogancia del dinero, entiéndase ese afán de atesorar, de acumular y de impactar, presumir frente a los demás, todos son puras vanidades del mundo”. Juan, con gran sabiduría afirmará: “Todo lo que hoy te desvela del mundo es efímero y termina con tu vida o con la destrucción de esas cosas, pero sólo Dios permanece para siempre”. Así concluye la última frase de la primera lectura de hoy: “Dios permanece para siempre”. En este final del año, en este tiempo de la llamada octava de Navidad, cuánto has corrido, cuánto has trabajado, cuántas fatigas, cuántos afanes, la vida es una sola, cada año eres menos joven. Pregúntate ¿si has obrado actuado y vivido con sabiduría?, y ¿si sí ha valido la pena vivir de estas tres concupiscencias del dinero, de los ojos, de la carne, de la naturaleza que terminan esclavizando, esclavizándonos por la vía de los deseos y al final nos dejan insatisfacción?, y en el silencio del corazón pensamos y ¿esto es todo en la vida?, y ¿esta es la gran felicidad que el mundo ofrece? Y hay en tu corazón un silencioso desencanto, un vacío grande en tu alma, un sinsentido de las cosas, de las imágenes, de las situaciones que tú pensabas te iban a llenar la vida y hacer feliz. Pero dejemos este texto precioso de la primera lectura y hablemos brevemente del evangelio de hoy, donde la profetisa Ana, hija de Fanuel, una mujer que había estado en juventud casada por 7 años, y luego en su viudez, siendo muy joven, dedicó toda su vida hasta los 84 a “Ayunar y a orar de día y de noche”, según nos dice el evangelista Juan. En el templo ella alaba a Dios cuando el Niño es presentado en el templo, según la costumbre que pedía la ley judía a los 40 días de nacido, la presentación del Niño en el templo y la purificación de su Madre. Y nos dice el texto de Lucas: “Que cuando se cumplió lo que prescribía la ley del Señor y después de ser presentado el bebé Jesús en el templo y verlo allí, Ana, la profetisa, sus padres, María y José, regresaron de donde eran oriundos a Nazaret, en Galilea”. Y nos dice y concluye Lucas: “Que el Niño crecía y se robustecía, lleno de sabiduría, y la gracia y la fuerza de Dios estaba con Él”. Así, de manera sucinta Lucas, narra un episodio con palabras cortas, pero que nos muestran a José y a María como cumplidores, observantes y fieles de la ley judía y al mismo tiempo, el Niño, no un infante más, sino una criatura especial que se llenaba de día en día de la sabiduría divina, de la salud y del amor de sus padres. Y concluye diciendo: “La gracia de Dios estaba con Él”. Sabemos que este Niño, por palabras de otro que lo vio en ese día, Simeón: “Será luz de las naciones, bandera discutida, signo de contradicción; unos se levantarán y otros caerán por el testimonio y la vida de este Niño”. Hoy, en el puro tiempo de la Navidad y la llamada octava de Navidad, el mismo día de la Natividad del Señor, celebrado durante ocho jornadas hasta el próximo 1 de enero, demos gracias por la vida del Niño Salvador y pidamos que Él sea luz de las naciones, luz para nuestras vidas y gracia que nos traiga la vida divina, la vida de paz, la vida de amor, la vida de justicia y libertad que tanto necesita nuestro mundo. Que el Señor te bendiga en abundancia en este día, en el nombre del Padre y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén. | |
dc.description.abstract | REFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO Lucas 2, 36-40 Lecturas del día de Hoy: Primera Lectura: de la primera carta de Juan: 1Jn 2, 12-17: Os escribo, hijos míos, que se os han perdonado vuestros pecados por su nombre. Os escribo, padres, que ya conocéis al que existía desde el principio. Os escribo, jóvenes, que ya habéis vencido al Maligno. Os repito, hijos, que ya conocéis al Padre. Os repito, padres, que ya conocéis al que existía desde el principio. Os repito, jóvenes, que sois fuertes y que la palabra de Dios permanece en vosotros, y que ya habéis vencido al Maligno. No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, no está en él el amor del Padre. Porque lo que hay en el mundo -las pasiones de la carne, y la codicia de los ojos, y la arrogancia del dinero-, eso no procede del Padre, sino que procede del mundo. Y el mundo pasa, con sus pasiones. Pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. Palabra de Dios, te alabamos Señor. Salmo de hoy: Salmo (96)95, 7-8a.8b-9.10: Alégrese el cielo, goce la tierra. Familias de los pueblos, aclamad al Señor, aclamad la gloria y el poder del Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor. Alégrese el cielo, goce la tierra. Entrad en sus atrios trayéndole ofrendas, postraos ante el Señor en el atrio sagrado, tiemble en su presencia la tierra toda. Alégrese el cielo, goce la tierra. Decid a los pueblos: «El Señor es rey, Él afianzó el orbe, y no se moverá; Él gobierna a los pueblos rectamente.» Alégrese el cielo, goce la tierra. Evangelio de Hoy: Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 2, 36-40: En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba. Palabra del Señor, Gloria a ti Señor Jesús. | |
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dc.identifier.uri | https://drive.google.com/file/d/1oIgTWY_1NGov8rnZZusN421UquGrV6BT/view?usp=drive_link | |
dc.subject | Arrogancia del dinero | |
dc.subject | Concupiscencia de los ojos | |
dc.subject | Concupiscencia que esclaviza la carne | |
dc.subject | Cuidar el corazón | |
dc.subject | Desorden | |
dc.subject | Enfocarse en lo esencial | |
dc.subject | Mundo | |
dc.subject | Tentación | |
dc.subject | Vanidad de poseer | |
dc.subject | San Lucas | |
dc.subject | Biblia | |
dc.subject | Evangelio | |
dc.title | ¡No amen lo que hay en el mundo! | |
dc.title.alternative | Cuidarnos |
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