¡No dejes endurecer tu corazón!

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REFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO Mateo 11, 20-24 Lecturas del día de Hoy: Primera Lectura: Ex 2,1-15a Lo llamó Moisés, porque lo había sacado del agua; cuando creció fue adonde estaban sus hermanos. En aquellos días, un hombre de la tribu de Leví se casó con una mujer de la misma tribu; ella concibió y dio a luz un niño. Viendo que era hermoso, lo tuvo escondido tres meses. No pudiendo tenerlo escondido por más tiempo, tomó una cesta de mimbre, la embadurnó de barro y pez, colocó en ella a la criatura y la depositó entre los juncos, junto a la orilla del Nilo. Una hermana del niño observaba a distancia para ver en qué paraba. La hija del Faraón bajó a bañarse en el Nilo, mientras sus criadas la seguían por la orilla. Al descubrir la cesta entre los juncos, mandó a la criada a recogerla. La abrió, miró dentro y encontró un niño llorando. Conmovida comentó: -Es un niño de los hebreos. Entonces la hermana del niño dijo a la hija del Faraón: -¿Quieres que vaya a buscarle una nodriza hebrea que críe al niño? Respondió la hija del Faraón: -Anda. La muchacha fue y llamó a la madre del niño. La hija del Faraón le dijo: -Llévate al niño y críamelo, y yo te pagaré. La mujer tomó al niño y lo crió. Cuando creció el muchacho, se lo llevó a la hija del Faraón, que lo adoptó como hijo y lo llamó Moisés, diciendo: lo he sacado del agua». Pasaron los años, Moisés creció, fue adonde estaban sus hermanos, y los encontró transportando cargas. Y vio cómo un egipcio mataba a un hebreo, uno de sus hermanos. Miró a un lado y a otro, y viendo que no había nadie, mató al egipcio y lo enterró en la arena. Al día siguiente salió y encontró a dos hebreos riñendo, y dijo al culpable: -¿Por qué golpeas a tu compañero? El le contestó: -¿Quién te ha nombrado jefe y juez nuestro? ¿Es que pretendes matarme como mataste al egipcio? Moisés se asustó pensando: la cosa se ha sabido. Cuando el Faraón se enteró del hecho, buscó a Moisés para darle muerte; pero Moisés huyó del Faraón y se refugió en el país de Madián. Salmo de Hoy: Salmo 69(68), 3.14.30-31.33-34 (R. cf. 33) Humildes, buscad al Señor y vivirá vuestro corazón. Me estoy hundiendo en un cieno profundo y no puedo hacer pie; he entrado en la hondura del agua, me arrastra la corriente. Humildes, buscad al Señor y vivirá vuestro corazón. Pero mi oración se dirige hacia ti, Dios mío, el día de tu favor, que me escuche tu gran bondad, que tu fidelidad me ayude. Humildes, buscad al Señor y vivirá vuestro corazón. Yo soy un pobre malherido, Dios mío, tu salvación me levante. Alabaré el nombre de Dios con cantos, proclamaré su grandeza con acción de gracias. Humildes, buscad al Señor y vivirá vuestro corazón. Miradlo, los humildes, y alegraos, buscad al Señor, y vivirá vuestro corazón. Que el Señor escucha a sus pobres, no desprecia a sus cautivos. Humildes, buscad al Señor y vivirá vuestro corazón. Evangelio de Hoy: Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 11, 20-24: El día del juicio le será más llevadero a Tiro y Sidón y a Sodoma que a vosotras. En aquel tiempo, se puso Jesús a recriminar a las ciudades donde había hecho casi todos sus milagros, porque no se habían convertido: -¡Ay de ti, Corozaín, ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, cubiertas de sayal y ceniza. Os digo que el día del juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al Abismo. Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que en ti, habría durado hasta hoy. Os digo que el día del juicio le será más llevadero a Sodoma que a ti. Palabra de Dios. Gloria a ti Señor Jesús.

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TRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES ¡No dejes endurecer tu corazón! Continuamos leyendo como primera lectura litúrgica, la historia épica contenida en el Libro del Éxodo, que narra la gran liberación del pueblo hebreo, después de 400 años de esclavitud a manos de los egipcios. Habíamos dicho en una anterior oportunidad, cómo el faraón había decretado, “que todos los niños recién nacidos varones hebreos, debían de morir”, precisamente por el temor que tenían los egipcios, de que el pueblo hebreo que eran sus esclavos, (y estamos hablando del siglo XIII antes de Cristo), pudieran superarlos en número, y algún día volverse sus enemigos, aliándose con pueblos e imperios vecinos. En este contexto es que nace, el que será llamado luego Moisés (el salvado de las aguas) y el gran líder que llevará a la libertad al pueblo hebreo. Nos habla entonces la historia “de una mujer hebrea, que después de tener un hijo varón y buscando evitar su muerte, lo tiene escondido por tres meses; pero entendiendo que no podía ocultarlo por más tiempo, tomó una cesta de mimbre, la embadurna de barro y brea, y coloca en esta canastilla o cesta, al bebecito y lo deposita entre los juncos, junto a la orilla del magnífico río Nilo”, (que cruza completamente el país de Egipto). “Una hermana del niño observaba a distancia a ver en qué paraba aquello” (nos dirá el texto del Éxodo), y mientras tanto, la hija del faraón egipcio, baja a bañarse en el río Nilo, mientras sus criadas la seguían a ella a distancia, con la mirada por la orilla del gran río. Al descubrir la cesta entre los juncos, mandó una criada a recogerla, abre la cesta y encuentra allí un niño llorando, y conmovida comenta: “Es el niño de los hebreos”. Entonces la hermana del niño sin que la hija del faraón lo sepa, le dice a esta: “¿Quieres que vaya a buscarle una nodriza hebrea para que crie al niño?” Ella, la hija del faraón asiente, y la muchacha, ¡qué paradoja!, llama a la madre biológica del niño para que lo levante, para que lo críe y lo saque adelante, lo llamarán de ahí en adelante “Moisés” (que significa, sacado o salvado de las aguas). El niño crecerá y siendo adulto, en un golpe de compasión y solidaridad frente a la explotación que los egipcios ejercían con el pueblo hebreo, mata a un egipcio que maltrataba a un hermano suyo de raza y de nación; sin embargo, esto se conoce y el faraón descubre entonces que Moisés es un traidor, que no deja de pensar como hebreo y decide matarlo, por lo que Moisés tiene que huir y refugiarse en tierra de Madián. Pero dejemos esta historia hasta este momento y continuaremos explicándola en posteriores reflexiones. Pasemos ahora al evangelio de san Mateo, cuando Jesús se duele por la dureza de los habitantes de ciudades como Corozaín, Betsaida o una ciudad muy querida para Él, Cafarnaúm. Se duele, porque si bien en estas ciudades Él ha hecho milagros, prodigios y acciones salvadoras, el corazón endurecido de sus habitantes, los hace incapaces para la conversión. Jesús dirá de Corozaín y Betsaida: “Que si en pueblos más pequeños como Tiro y Sidón, se hubieran realizado los milagros que, en estas ciudades, hacía mucho tiempo que se habrían convertido, a través de signos penitenciales como cubrirse con saco de sayal y echarse ceniza en la cabeza”. Y a Cafarnaúm, la compara con Sodoma y Gomorra: “Que, si hubieran visto a estas ciudades últimas, Sodoma y Gomorra, los milagros que se han hecho en Cafarnaúm, probablemente Cafarnaúm, podría haberse salvado”; pero Jesús les dice: “Bajaran al abismo y el juicio les será tan duro, como el que se hizo sobre la ciudad de Sodoma”. Hoy nos preguntamos, ¿qué endurece nuestro corazón? Y me doy tres respuestas fundamentales. La primera, el pecado. Llámese soberbia, llámese avaricia de dinero, llámese envidia, llámese ira, gula, egoísmo, pereza, cualquiera de los pecados capitales o cabeza, endurecen el corazón humano y nos hacen indiferentes, insolidarios, injustos, indolentes, incapaces de sentir el dolor de los demás, porque estamos tan centrados y encerrados dentro de nosotros mismos y nuestros propios deseos pecaminosos, que somos incapaces de mirar la necesidad del otro. Pero además del pecado hay una segunda causa que genera endurecimiento del corazón, y es el desamor. Cuando vivimos experiencias de soledad porque no hemos sido amados o peor de ingratitud, infidelidad, adulterio, engaño o traición en el amor, tendemos inconscientemente a endurecer nuestro ser profundo, el corazón y a decir, no creo en el amor, no creo en las personas, no creo en la vida. El desamor y la historia de falta de cariño, en personas a veces desde temprana edad de la vida, nos lleva a endurecer el corazón. Pero hay una tercera causa y central, de por qué nosotros no somos permeables al amor de Dios, ni al amor de los demás, y nos endurecemos. Y es cuando padecemos sufrimiento, violencia, injusticia, atropellos y no sabemos darle una dimensión trascendente desde el amor y desde la fe en Dios, a esa injusticia, ese sufrimiento que podemos padecer. Nunca olvidemos, que, de la mayor injusticia y violencia humana contra un inocente, la crucifixión de Cristo surgió la más grande obra de redención y de salvación, para la humanidad entera. Hoy se nos invita a no dejar endurecer el corazón, hoy se nos pide mantener un corazón suave y blando, abierto a la acción de Dios; pero para esto se necesita humildad, y por eso cae como anillo al dedo, el salmo responsorial de este día, cuando decimos: “Los humildes busquen al Señor y revivirá su corazón”. Hoy con humildad, busca el rostro de Dios, ábrete a su amor y créeme, tu corazón volverá a vivir. Que el Señor te bendiga en abundancia en este día. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

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