¿Qué clase de corazón tienes?
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REFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO
Marcos 4, 1-20
Lecturas del día de Hoy:
Primera Lectura: Hebreos 10, 11-18
Hermanos: En la antigua alianza los sacerdotes ofrecían en el templo, diariamente y de pie, los mismos sacrificios, que no podían perdonar los pecados. Cristo, en cambio, ofreció un solo sacrificio por los pecados y se sentó para siempre a la derecha de Dios; no le queda sino aguardar a que sus enemigos sean puestos bajo sus pies. Así, con una sola ofrenda, hizo perfectos para siempre a los que ha santificado.
Lo mismo atestigua el Espíritu Santo, que dice en un pasaje de la Escritura: La alianza que yo estableceré con ellos, cuando lleguen esos días, palabra del Señor, es ésta: Voy a poner mi ley en lo más profundo de su mente y voy a grabarla en sus corazones. Y prosigue después: Yo les perdonaré sus culpas y olvidaré para siempre sus pecados. Ahora bien, cuando los pecados han sido perdonados, ya no hacen falta más ofrendas por ellos.
Palabra del Señor. Te alabamos Señor
Salmo de Hoy:
Salmo 110/109, 1.2. 3. 4
Tú eres sacerdote para siempre.
Esta ha dicho el Señor a mi Señor:
“Siéntate a mi derecha;
yo haré de tus contrarios el estrado
donde pongas los pies”.
Tú eres sacerdote para siempre.
Extenderá el Señor desde Sión
tu cetro poderoso
y tú dominarás al enemigo.
Tú eres sacerdote para siempre.
Es tuyo el señorío;
el día en que naciste,
en los montes sagrados,
te consagró el Señor antes del alba.
Tú eres sacerdote para siempre.
Juró el Señor y no ha de retractarse:
“Tú eres sacerdote para siempre,
como Melquisedec”.
Tú eres sacerdote para siempre.
Evangelio de Hoy:
Lectura del Santo Evangelio según San Marcos 4, 1-20
En aquel tiempo, Jesús se puso a enseñar otra vez junto al lago, y se reunió una muchedumbre tan grande, que Jesús tuvo que subir en una barca; ahí se sentó, mientras la gente estaba en tierra, junto a la orilla. Les estuvo enseñando muchas cosas con parábolas y les decía:
“Escuchen. Salió el sembrador a sembrar. Cuando iba sembrando, unos granos cayeron en la vereda; vinieron los pájaros y se los comieron. Otros cayeron en terreno pedregoso, donde apenas había tierra; como la tierra no era profunda, las plantas brotaron enseguida; pero cuando salió el sol, se quemaron, y por falta de raíz, se secaron. Otros granos cayeron entre espinas; las espinas crecieron, ahogaron las plantas y no las dejaron madurar. Finalmente, los otros granos cayeron en tierra buena; las plantas fueron brotando y creciendo y produjeron el treinta, el sesenta o el ciento por uno”. Y añadió Jesús: “El que tenga oídos para oír, que oiga”.
Cuando se quedaron solos, sus acompañantes y los Doce le preguntaron qué quería decir la parábola. Entonces Jesús les dijo: “A ustedes se les ha confiado el secreto del Reino de Dios; en cambio, a los que están fuera, todo les queda oscuro; así, por más que miren, no verán; por más que oigan, no entenderán; a menos que se arrepientan y sean perdonados”.
Y les dijo a continuación: “Si no entienden esta parábola, ¿cómo van a comprender todas las demás? ‘El sembrador’ siembra la palabra.
‘Los granos de la vereda’ son aquellos en quienes se siembra la palabra, pero cuando la acaban de escuchar, viene Satanás y se lleva la palabra sembrada en ellos.
‘Los que reciben la semilla en terreno pedregoso’, son los que, al escuchar la palabra, de momento la reciben con alegría; pero no tienen raíces, son inconstantes, y en cuanto surge un problema o una contrariedad por causa de la palabra, se dan por vencidos.
‘Los que reciben la semilla entre espinas’ son los que escuchan la palabra; pero por las preocupaciones de esta vida, la seducción de las riquezas y el deseo de todo lo demás, que los invade, ahogan la palabra y la hacen estéril.
Por fin, ‘los que reciben la semilla en tierra buena’ son aquellos que escuchan la palabra, la aceptan y dan una cosecha: unos, de treinta; otros, de sesenta; y otros, de ciento por uno”.
Palabra del Señor, Gloria a ti Señor Jesús.
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TRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES
En la línea de lecturas precedentes de la carta a los hebreos, reconocemos como este capítulo, bien nos presenta que la antigua alianza, el sacerdocio del antiguo testamento, donde se ofrecían muchas veces los mismos sacrificios porque en el fondo no podían borrar pecados, es una alianza que está llamada a ser superada por el sacerdocio nuevo y definitivo de Cristo que replicamos los sacerdotes del nuevo testamento. De hecho, Cristo dirá, la carta a los hebreos en el capítulo 10: “Después de haber ofrecido por los pecados de la humanidad un único sacrificio (lo entendemos su entrega en la cruz) está sentado para siempre jamás a la derecha de Dios Padre y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos (habla de satanás), sean puestos como estrado de sus pies, donde colocar sus pies”. Y concluirá diciendo: “Que con una sola ofrenda, la de su vida en la cruz, ha perfeccionado definitivamente a los que van siendo santificados”.
Pero sobre este tema, que ya habíamos reflexionado en días pasados, dejémoslo para otra ocasión y hablemos del texto hermoso por demás de la parábola del hombre que al voleo tira semilla en la tierra. Sabemos que a veces sembramos, pero no siempre obtenemos cosecha; aquí, a partir de una imagen de la cotidianidad, descubramos grandes enseñanzas para nuestra vida.
La primera, el sembrador de la parábola evangélica, es el Señor, no se cansa de buscarnos, no se cansa de hablarnos, de exhortarnos y a partir de acontecimientos, de personas, de situaciones a veces límites, Dios no deja de cuestionar, interrogar nuestra existencia. Él va sembrando al voleo y en nuestra historia humana ella se transforma en historia de fe, historia de liberación, historia de redención, historia salvífica, Dios va obrando en el corazón humano.
Pero en un segundo elemento, la semilla es la Palabra de Dios. La Palabra que es Cristo mismo encarnado, nacido en Belén y luego con su predicación, pero sobre todo con su testimonio de amor y de perdón, con sus milagros y fundamentalmente con el misterio de su Pasión, Muerte y Resurrección, Jesús es la gran Palabra que tiene un poder interior inmenso de transformación, de renovación, de conversión del corazón humano, entendiendo por éste una radical reorientación de la vida, porque hay nuevos valores, nuevos principios. Ya no será el poder, el tener dinero, el placer egoísta; sino el servicio, el amor, la libertad interior, el desprendimiento, y eso lo hace sólo la semilla de Cristo mismo en su Palabra, en sus acciones, sus milagros y en su misterio pascual.
Pero descubrimos un tercer elemento y además del sembrador, que es el Señor, la semilla que es la Palabra encarnada, está la cementera o el terreno donde cae la semilla, que podríamos decir es el corazón humano, el interior personal, lo profundo del alma. Y allí se nos señala que a veces hay actitudes de esterilidad o terrenos áridos, y podríamos hablar de tres tipos de esterilidades que impiden que la semilla de Dios germine y produzca fruto en nuestra vida. Cuando el corazón es superficial y la semilla de Dios cae al borde del camino, cuando el corazón se ha endurecido por los sufrimientos, por la codicia de dinero, por el pecado personal, por la falta de amor, y es cuando la semilla cae en terreno pedregoso, esto es, entre piedras. Y finalmente, cuando el corazón se mantiene seducido, fascinado por las vanidades del mundo, los afanes del mundo, en la codicia del dinero, en el mundo. Tres tipos de esterilidad en el corazón humano que es la gran sementera o el gran terreno a cultivar por Dios, impiden que la Palabra de Dios germine. Conocerás miles de personas que han participado de Eucaristías, tal vez grupos de oración, pero luego han dicho no me interesa, no me llega, no me gusta, no tengo tiempo, estoy cansado, tengo otros asuntos para atender, ese Dios al que tú vas en la parroquia a mí no me ha ayudado para nada. Son corazones estériles porque son superficiales, no caló hondo Dios en sus vidas porque están endurecidos como piedras, porque hay dolor, amargura, pecado continuo en su corazón que los ha endurecido, o porque son corazones seducidos del mundo, de lo que habla el Papa Francisco: “La mundanidad, el dinero, las vanidades, la imagen”, y un corazón así es estéril, incapaz de entender los secretos, la sabiduría, del mensaje del evangelio contenido en la Palabra de Dios.
Concluirá la parábola hablando ya no de sementeras o de terrenos estériles, sino un terreno fecundo, fértil, tierra abonada. Es el corazón humano, bien dispuesto, receptivo, abierto. Y cuando las mejores tierras en Israel daban cuánto más, cuánto más seis o siete veces lo sembrado, aquí nos habla de un poder sobreabundante y extraordinario de la Palabra de Dios, que no produce seis o siete veces lo sembrado en semilla, sino que produce 30 veces, 60 veces, 100 veces lo sembrado en el corazón humano. Esos son los santos que fueron terreno fértil, corazón abonado, y que la Palabra de Dios mereció una respuesta extraordinaria, única, disruptiva en sus vidas. Tal vez los santos fueron hombres y mujeres como nosotros, corrientes como nosotros, pero nunca fueron tibios como nosotros, mediocres como nosotros o incapaces de una respuesta más madura, más seria, más comprometida, en eso ellos se diferencian de nosotros.
Señor, danos un corazón fecundo, un corazón fértil que sepa responder a la acción de tu palabra, que no se nos pase la vida fascinados o seducidos por el mundo, endurecidos por pecados, amarguras, desamor o simplemente superficiales y frívolos (los tres tipos de terrenos estériles que nos describe la parábola evangélica de hoy). Danos la gracia de ser como los santos, tierra fecunda que produzca sobreabundantemente por el poder de esta semilla divina, produzca frutos de amor y de vida nueva en cada uno de nosotros.
Que el Señor te bendiga en abundancia en este día. En el nombre del Padre y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Keywords
Conversión, Corazón superficial, Corazón endurecido, Corazón de piedra, Fertilidad, Jesús es la gran Palabra, Jesús no se cansa de buscarnos, Jesús no se cansa de exhortarnos, Jesús no se cansa de hablarnos, Poder interior de transformación, Renovación, San Marcos, Semilla de Dios, Terreno, Biblia, Evangelio