¡Jesús te pide un seguimiento total!

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REFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO Mateo 10, 34-11, 1 Lecturas del día de Hoy: Primera Lectura: Ex 1, 8-14.22: Vamos a vencer con astucia a Israel, porque está siendo más numeroso y fuerte que nosotros. Se alzó en Egipto un nuevo rey, que nada sabía de José; y que dijo a su pueblo: «Mirad, los israelitas son un pueblo más numeroso y fuerte que nosotros. Tomemos precauciones contra él para que no siga multiplicándose, no sea que en caso de guerra se una también él a nuestros enemigos para luchar contra nosotros y salir del país.» Les impusieron pues, capataces para aplastarlos bajo el peso de duros trabajos; y así edificaron para Faraón las ciudades de depósito: Pitom y Ramsés. Pero cuanto más les oprimían, tanto más crecían y se multiplicaban, de modo que los egipcios llegaron a temer a los israelitas. Y redujeron a cruel servidumbre a los israelitas, les amargaron la vida con rudos trabajos de arcilla y ladrillos, con toda suerte de labores del campo y toda clase de servidumbre que les imponían por crueldad. Entonces Faraón dio a todo su pueblo esta orden: «Todo niño que nazca lo echaréis al Río; pero a las niñas las dejaréis con vida.» Palabra de Dios. Te alabamos Señor. Salmo de Hoy: Salmo 124(123), 1-3.4-6. 7-8 (R. 8a) Nuestro auxilio es el nombre del Señor. Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte -que lo diga Israel-, si el Señor no hubiera estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres, nos habrían tragado vivos: tanto ardía su ira contra nosotros. Nuestro auxilio es el nombre del Señor. Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos habrían llegado hasta el cuello las aguas espumantes. Nuestro auxilio es el nombre del Señor. Bendito el Señor, que no nos entregó en presa a sus dientes; hemos salvado la vida, como un pájaro de la trampa del cazador: la trampa se rompió, y escapamos. Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra. Nuestro auxilio es el nombre del Señor. Evangelio de Hoy: Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 10, 34-11, 1: No he venido a sembrar paz, sino espadas. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus Apóstoles: -No penséis que he venido a la tierra a sembrar paz: no he venido a sembrar paz, sino espadas. He venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa. El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará. El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo, tendrá paga de justo. El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro. Cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí para enseñar y predicar en sus ciudades. Palabra de Dios. Gloria a ti Señor Jesús.

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TRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES ¡Jesús te pide un seguimiento total! Con el Libro del Éxodo comenzamos la más impresionante historia, de cómo el pueblo de Israel, el pueblo de Dios es liberado de más de 400 años de opresión, crueldad y esclavitud a manos del imperio y del faraón egipcio. En efecto nos cuenta el comienzo del Libro del Éxodo, cómo el pueblo de Israel era azotado, humillado y maltratado, porque los egipcios sentían miedo de ellos, ya que era un pueblo que crecía y se multiplicaba rápidamente y sentían que debían de colocarle capataces para que dirigieran las construcciones de las grandes edificaciones que tenía el imperio egipcio. Pero nos dice el comienzo del Libro del Éxodo, que cuanto más los oprimían a los hebreos, ellos crecían y se propagaban más rápido, de modo que los egipcios sintieron odio hacia los hijos de Israel, los esclavizaron con crueldad y les amargaron su vida con duros trabajos del barro, de los ladrillos y con toda clase de faenas del campo, con trabajos por demás crueles. Y es allí cuando se da la famosa orden, cuando el faraón dictamina a todo su pueblo: “Cuando nazca un niño hebreo, échenlo al río Nilo, si es niña déjenla con vida”. Pero seguiremos hablando del Libro del Éxodo en evangelios sucesivos. Ahora pasemos al evangelio según san Mateo, que nos deja tres enseñanzas, en principio paradójicas o contradictorias con nuestro criterio humano. La primera, cuando hemos imaginado a Jesús como un hombre de paz, de Espíritu manso, de armonía en su corazón, lanza esta dura invectiva a sus apóstoles: “No piensen que he venido a la tierra a sembrar paz, no, no he venido a sembrar paz sino espada, he venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra”. Y afirmará lapidariamente: “Los enemigos de cada uno serán los de su propia casa”. Pero, ¿cómo entender esta realidad que nos parece, repetimos, totalmente contradictoria? Simplemente Jesús quiere ratificar, que el seguimiento a su Persona comporta una cierta violencia interior, que nos puede llevar incluso a la división en la familia, a opciones más radicales, a la renuncia a cosas o bienes que apreciamos, para conseguir un tesoro más grande, ¡la sabiduría y la verdad que hay en seguir a Jesús! A veces nosotros como creyentes en Cristo, encontramos en nuestro círculo de amigos, compañeros de trabajo y aún de la propia familia, cierta incomprensión, porque se nos tilda de fanáticos, se nos tilda de personas demasiado radicales frente a un mundo que predica sólo la tibieza, la mediocridad, y el compromiso eso sí radical con el dinero y el éxito, pero no con Dios y con la trascendencia divina. Pero a renglón seguido viene una segunda enseñanza, también en esta línea de radicalidad evangélica, cuando Jesús afirmará a sus apóstoles y en ellos nos dirá a nosotros: “El que quiera a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí, y el que no carga con su cruz y me sigue, no es digno de mí”. En el fondo está hablando de la dignidad o no, que tenemos para poderlo seguir, y ésta se construye, cuando dejamos a un lado los amores más sacrosantos de los padres, de los hijos, en general de la familia, y cuando no asumimos, no cargamos nuestra cruz de cada día, el seguimiento de Jesús. Reconozcamos en esta verdad, que todos en lo humano, o por lo menos muchísimas personas, sentimos que la familia y el amor por ella ocupa el primerísimo lugar en nuestro corazón, y Jesús nos dirá entonces, que no somos verdaderos discípulos seguidores de Él, que no somos dignos de Él, si por encima del amor y de la total entrega a Él, están los amores menores, aún el de la familia, padres, hermanos o hijos, todos amores humanos y por tanto efímeros, que pasarán con el paso del tiempo, con la vejez y con la muerte. Pero quizás la afirmación más radical, y que encontramos en un tercer momento y final, y la que ha llevado a más conversiones a numerosos santos en la historia de la Iglesia, es la que formula Jesús a sus discípulos cuando dice: “Sólo el que encuentre su vida, la perderá, y el que la pierda, la encontrará”. Encontrar la vida, ganar la vida, vivir para nosotros, es camino de alguna manera según la sabiduría de Dios de perdición; y por el contrario, el gastar la vida, el donarnos, el entregar la existencia, es camino de encontrar la verdadera vida. Sólo se me ocurre frente a una afirmación lapidaria tan fuerte descubrir, que encontramos vida en donar la vida cada uno, como una madre encuentra el sentido de su vida, donándola en sacrificio y entrega por sus hijos, o cuando un buen sacerdote pastor de almas, encuentra el sentido de su vida gastándose y desgastándose por sus feligreses. Hoy reconoce esta sabiduría tan alta en la vida de un cristiano, y aunque nos parezca contradictoria y totalmente paradójica con los criterios del mundo, pidámosle al Señor, que nos dé su auxilio, su gracia, para poder vivir el evangelio con más fidelidad, con más radicalidad. Que el Señor, te bendiga en abundancia en este día. En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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