¡Decirle "Si" a Dios aunque cueste!
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REFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO
San Lucas 1, 26-38
Lecturas del día de Hoy:
Primera Lectura: del libro de Isaías 7, 10-14; 8,10
En aquel tiempo, el Señor habló a Acaz: ─«Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo». Respondió Acaz: ─«No la pido, no quiero tentar al Señor». Entonces dijo Dios: ─«Escucha, casa de David: ¿No les basta cansar a los hombres, que cansan incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, les dará una señal: Miren: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”».
Palabra de Dios. Te alabamos Señor.
Salmo de Hoy:
Salmo 40(39), 7-8a. 8b-9. 10. 11
Aquí estoy, Señor, para hacer tu Voluntad.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy».
Aquí estoy, Señor, para hacer tu Voluntad.
Como está escrito en mi libro
para hacer tu Voluntad. Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu Voluntad.
He proclamado tu salvación ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, Tú lo sabes.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu Voluntad.
No me he guardado en el pecho tu defensa,
he contado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia
y tu lealtad ante la gran asamblea.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu Voluntad.
Segunda Lectura: de la carta a los Hebreos 10, 4-10
Hermanos: es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados. Por eso, cuando Cristo entró en el mundo dijo: «Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: “Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu Voluntad”». Primero dice: «No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni víctimas expiatorias», que se ofrecen según la Ley. Después añade: «Aquí estoy yo para hacer tu Voluntad». Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa Voluntad todos quedamos santificados por la oblación del Cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.
Palabra de Dios. Te alabamos Señor.
La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria
Evangelio de Hoy: Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo
Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 1, 26-38
A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su Presencia, dijo: ─«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo: ─«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin». Y María dijo al ángel: ─«¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?». El ángel le contestó: ─«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible». María contestó: ─«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu Palabra». Y la dejó el ángel.
Palabra del Señor». Gloria a ti Señor Jesús.
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TRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES
Con el carácter de solemnidad litúrgica, la Iglesia con gran alegría, celebra hoy la solemnidad de la Anunciación del Señor, y es un día propicio para orar, agradecer la vida de aquellas madres embarazadas, las que han parido recientemente y aquellas que buscan afanosamente el don y la gracia de la maternidad. El precioso texto de Lucas en el capítulo primero nos muestra, el anuncio alegre que hace el arcángel san Gabriel a la Virgen Santísima de que será la Madre de Dios. Pero más allá de este conocido texto mariano ¿qué enseñanzas podremos sacar para nuestra vida de forma práctica, más allá de orar, repito, por las madres gestantes o aquellas que buscan familia y orar por aquellas que han querido en un momento de desesperación abortar su hijo, orar para que no lo hagan?
Saquemos cuatro enseñanzas para nuestra vida.
La primera, la alegría de Dios en la vida personal. En efecto, cuando el ángel entra en presencia de María, le dice: “Kecharitomene (la expresión griega que significa Alégrate, llena de gracia)”. El motivo para la alegría profunda de María es que el Señor está con Ella, y en grado diverso cada uno de nosotros puede decir que la gran alegría de la vida no es una comida sabrosa, un viaje a las islas griegas, unas compras en promoción en una cadena de almacenes; sino que la gran alegría de la vida más allá del deporte, la música, sentirte enamorado, el disfrutar de la familia que ciertamente es una alegría. Pero el gran gozo de la vida es Dios en mi corazón, Dios en mi alma. María es la llena de alegría, porque es la llena de gracia, la llena de Dios.
Créeme que cuando se habla de los santos se habla por excelencia de hombres y mujeres de vida plenificada, de vida realizada. Nada más falso y alejado de la verdad que presentar a un santo como una persona amargosa o amargada, triste o tristonga, no es verdad. Los santos por excelencia, llenos de Dios en su corazón, aunque sortearon mil dificultades y vivieron mil pruebas, tuvieron siempre la alegría de saberse conducidos, sostenidos por el Señor.
Pero en una segunda enseñanza, el ángel invita a María y a cada uno de nosotros, ante las turbaciones, preocupaciones, angustias propias de la vida, a no tener miedo. En efecto, el arcángel Gabriel le dirá: “No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios (da la explicación correspondiente). Concebirás en tu vientre y darás a luz un Hijo al que le pondrás por nombre, Jesús, será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su Padre, y reinará sobre la casa de Jacob por siempre, y su Reino no tendrá fin”. Cuántas veces en la vida, ante dudas, ante temores, ante miedos, debemos hacer eco y repetir en nuestra alma muchas veces la expresión del ángel a María: “No tengas miedo, no te asustes, no te turbes, no te preocupes que yo estoy contigo, no te abandono, yo sostengo tu vida, yo guío tus pasos, yo voy por delante, por detrás, a derecha, izquierda, arriba y abajo, no te preocupes, no sientas temor alguno”.
Si nos tomamos en serio esta promesa que hace el arcángel Gabriel a María y también a nosotros: “No tener miedo” (una expresión repetida muchísimas veces por Jesús) y nos invita a la fe y a la confianza, porque el miedo, en el fondo, es debilidad o ausencia de fe en Dios. Créeme que vivirás mejor, con más paz, con menos turbación, con menos angustias.
Pero hay una tercera enseñanza del evangelio de hoy, y es que ante la pregunta de María cuando pide explicación sobre un imposible humano ¿cómo estar embarazada si Ella es una doncella virgen, no accedida por ningún hombre? Simplemente el ángel le dirá: “Que la acción de Dios la acompaña y que más allá de la esterilidad de su pariente Isabel, ahora es una madre fecunda, próxima a parir, y más allá de la virginidad de María, Ella será una afortunada y feliz mamá”. Y dará una respuesta eterna que siempre tiene que hacer eco en nuestro corazón: “Lo que para el hombre es imposible, para Dios, para Dios es posible”.
Cuando sientas que una persona ya no cambia su temperamento, cuando creas que tu matrimonio está desbaratado, cuando pienses que ese hijo calavera no tiene arreglo, recuerda que lo que para el hombre es imposible para Dios es totalmente posible.
Vendrá una cuarta y última enseñanza para nuestra vida, que me parece que tiene un acento muy especial en el salmo responsorial de hoy cuando decimos: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”, o en la segunda lectura de la carta a los hebreos en el capítulo 10, cuando dice: “Oh, Dios, aquí también quiero hacer tu voluntad más que sacrificios rituales de animales”, y al final del texto de Lucas, capítulo 1, nos dirá María: “He aquí la sierva humilde del Señor, hágase en mí según tu palabra, cúmplase en mí según tu palabra”.
Todos estos textos, salmo litúrgico 39, hebreos 10 y Lucas 1, 38 nos hablan de la obediencia que nos abre al camino de la salvación, como la docilidad de María nos trajo al Salvador al mundo entero por su “sí” disponible, Ella trajo a Jesús, redentor a la humanidad. La obediencia es más fácil enunciarla que vivirla, porque nos cuesta obedecer, sobre todo cuando no entendemos el propósito, el plan de Dios sobre nuestra vida, nos cuesta obedecer en el tiempo, esto es, todos los días, toda la vida, porque es fácil obedecer por una semana, pero es difícil obedecer por el resto de tu vida. La obediencia también nos cuesta en lo humano, porque implica sacrificio, abnegación, cruz, incomodidad, desacomodarnos y esto en el mundo del bienestar en el que hoy vivimos, no es fácil de asumir. Pero María, el autor de la carta a los hebreos y el salmista, nos invita a decir cada día: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad, he aquí que vengo pues (así está escrito en el comienzo del libro acerca de mí), para hacer oh, Dios tu voluntad”. Qué ejemplo de María en el pasaje bellísimo de la Anunciación del Señor que le hace el arcángel Gabriel.
Tú en muchas circunstancias, cuando el matrimonio esté pesado y quieras tirar la toalla y divorciarte, cuando quieras renunciar a seguir batallando con ese hijo rebelde y loco, cuando digas ¿qué sentido tiene trabajar tanto para sacar adelante este emprendimiento, esta empresa?, cuando digas me cansé de luchar con esta depresión, con mi enfermedad, cuando digas ¿de qué me ha servido hacerle el bien y servir a la humanidad cuando me han pagado tal mal? Di muchas veces a ejemplo de María: “He aquí está el siervo, he aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Créeme que decirle sí a Dios, aunque cueste, aunque no lo entendamos, aunque ese sí es de todos los días, toda la vida, traerá grandes y poderosas bendiciones para tu vida.
Que el Señor te bendiga en abundancia en este día. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.