¿A quién buscas?
Loading...
Date
Authors
Journal Title
Journal ISSN
Volume Title
Publisher
Abstract
REFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO
Juan 20, 1. 11-18
Lecturas del día de Hoy:
Primera Lectura: Lectura del libro del Cantar de los Cantares 3, 1-4a
Así dice la esposa: «En mi cama, por la noche, buscaba al amor de mi alma: lo busqué y no lo encontré. Me levanté y recorrí la ciudad por las calles y las plazas, buscando al amor de mi alma; lo busqué y no lo encontré. Me han encontrado los guardias que rondan por la ciudad: “¿Viste al amor de mi alma?” Pero, apenas los pasé, encontré al amor de mi alma». «Palabra de Dios. Te alabamos Señor»
Palabra de Dios. Te alabamos Señor.
Salmo de Hoy:
Salmo 63(62), 2.3-4.5-6.8-9 (R. 2b)
Mi alma está sedienta de Ti, mi Dios.
Oh Dios; Tú eres mi Dios, por Ti madrugo,
mi alma está sedienta de Ti;
mi carne tiene ansia de Ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua
Mi alma está sedienta de Ti, mi Dios.
¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Mi alma está sedienta de Ti, mi Dios.
Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca,
y mis labios te alabarán jubilosos.
Mi alma está sedienta de Ti, mi Dios.
Porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a Ti,
y tu diestra me sostiene.
Mi alma está sedienta de Ti, mi Dios.
Evangelio de Hoy:
Lectura del Santo Evangelio según San Juan 20, 1.11-18
El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús. Ellos le preguntan: «Mujer, ¿por qué lloras?» Ella les contesta: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto». Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dice: «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?» Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré». Jesús le dice: « ¡María!» Ella se vuelve y le dice: «¡Rabboni!» que significa: «¡Maestro!». Jesús le dice: «Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: “Subo al Padre mío y Padre suyo, al Dios mío y al Dios suyo”». María Magdalena fue y anunció a los discípulos: «He visto al Señor y me ha dicho esto».
Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús.
Description
TRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES
¿A quién buscas?
En la memoria litúrgica de santa María Magdalena, la Iglesia nos presenta lecturas especiales. En efecto, como primera lectura tenemos el capítulo 3 del Libro del Cantar de los Cantares, cuando la esposa enamorada afirmará: “En mi cama por la noche buscaba el amor de mi alma, lo busqué y no lo encontré, me levanté y recorrí la ciudad por las calles y las plazas, buscando al amor de mi alma, lo busqué y aún no lo encontré.
Pregunté a los guardias que rondan la ciudad, ¿han visto al amor de mi alma?, pero apenas los pasé, encontré al amor de mi alma”.
Un precioso texto, el del Cantar de los Cantares, que nos habla en el fondo de la figura magnífica, del alma de María Magdalena, que es una eterna buscadora del amor de Dios.
Por eso, está muy bien ubicado el salmo responsorial de hoy, cuando decimos como asamblea litúrgica: “Mi alma está sedienta de ti, mi Dios”, y en las estrofas meditamos: “Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua.
Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria. Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios. Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos, y alegres, porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo. Mi alma está unida a ti, y tu diestra, tu mano derecha me sostiene”.
Así es el tenor del precioso salmo, que reconoce la grandeza de Dios y el amor del alma humana, que no se cansa de buscar a Jesús.
Meditada esta primera lectura y salmo, comprenderemos mejor el capítulo 20 de san Juan, que se nos presenta como evangelio en el día de santa María Magdalena, cuando ella muy de madrugada, al amanecer y estando aún muy oscuro, va al sepulcro, pero ve la piedra, la losa del sepulcro que ha sido corrida.
Ella llora y sin reconocer a dos ángeles vestidos de blanco sentados a la cabecera y a los pies donde había estado el cuerpo de Jesús, ellos le preguntan, ¿por qué lloras, mujer? Ella responde: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”.
Es la búsqueda eterna del alma humana, del creador, del hacedor, del liberador, del amor de los amores, de Cristo Jesús.
Luego, Magdalena sin darse cuenta y buscando todavía al Jesús antes de la Pascua, siente que está frente a Él pero no le reconoce, porque se ha quedado con la idea del Jesús crucificado y no es capaz de reconocer al Jesús Resucitado.
Jesús le dice: “Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?” Estas dos preguntas profundamente existenciales: ¿por qué lloramos?, ¿por qué sufrimos en la vida?, ¿qué es lo que buscamos como la gran misión de nuestra existencia?, hoy nos la dirige también Jesús a nosotros.
Y Magdalena, simplemente repite su discurso y dice, a este hombre creyéndolo el jardinero del huerto: “Señor, si tú te has llevado el cuerpo de mi Jesús, dime dónde lo has puesto, y yo lo recogeré”.
Ante la ceguera de María que fue también la ceguera en su momento de los discípulos de Emaús, Jesús la llama por su nombre (que significa darle una misión) “María”.
Ella entonces le dice: “Maestro, Rabbuní”, lo abraza (aunque no lo diga el texto, pero colegimos implícitamente este abrazo), cuando Jesús le dice: “Suéltame María, que todavía no he subido al Padre, no he sido glorificado plenamente, anda, ve a mis hermanos y diles, subo al Padre mío y Padre suyo, al Dios mío y al Dios suyo”.
Hoy yo te pregunto ¿por qué lloras, por qué sufres en la vida?, ¿a quién buscas continuamente en el mundo?: ¿hacer dinero?, ¿tener éxito profesional?, ¿buscar deleitarte en los placeres baratos y temporales de esta vida?, ¿buscar el reconocimiento humano?
El alma de cada uno de nosotros como el alma de María Magdalena están llamadas a una búsqueda más alta, la búsqueda de Dios manifestado en Jesús, la búsqueda del único que es capaz de darle pleno sentido a nuestra vida.
Reconoce el acontecimiento más asombroso del cual la Magdalena es testigo, ha visto al Resucitado y por eso corre presurosa a donde están los apóstoles y les anuncia: “He visto al Señor, y esto a dicho a mi vida”. Y tú y yo en el siglo XXI miles de años después de este acontecimiento, estamos llamados a ir a nuestros hermanos, a nuestras familias y decirles como la Magdalena, ¡he sentido a Jesús Resucitado en mi vida y esto es lo que me ha indicado, esto es lo que me ha enseñado!
Señor, nuestra búsqueda termina cuando te encontramos a ti, porque el vacío de nuestro corazón tiene exactamente el tamaño de Dios que falta a nuestro corazón.
Que el Señor te bendiga en abundancia en este día. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.