¡Haz el bien sin mirar a quien!

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REFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO Lucas 10, 25-37 Lecturas del día de Hoy: Primera Lectura: Dt 30,10-14 Habló Moisés al pueblo diciendo: -Escucha la voz del Señor tu Dios, guardando sus preceptos y mandatos, lo que está escrito en el código de esta ley; conviértete al Señor tu Dios con todo el corazón y con toda el alma. Porque el precepto que yo te mando hoy no es cosa que te exceda ni inalcanzable; no está en el cielo, no vale decir: «¿quién de nosotros subirá al cielo y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos?» Ni está más allá del mar, no vale decir: «¿quién de nosotros cruzará el mar y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos?» El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca. Cúmplelo. Palabra de Dios. Te alabamos Señor. Salmo de Hoy: Salmo 69(68), 14.17-18. 30-31.33-34.36ab y 37 (R. cf. 145[144], 18) Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón. Mi oración se dirige a ti, Dios mío, el día de tu favor; que me escuche tu gran bondad, que tu fidelidad me ayude. Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia, por tu gran compasión vuélvete hacia mí. Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón. Yo soy un pobre malherido, Dios mío, tu salvación me levante. Alabaré el nombre de Dios con cantos, proclamaré su grandeza con acción de gracias. Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón. Miradlo, los humildes, y alegraos, buscad al Señor, y vivirá vuestro corazón. Que el Señor escucha a sus pobres, no desprecia a sus cautivos. Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón. El Señor salvará a Sión, reconstruirá las ciudades de Judá. La estirpe de sus siervos la heredará, los que aman su nombre vivirán en ella. Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón. Segunda Lectura: Col 1, 15-20: Cristo Jesús es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque por medio de él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles. Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades; todo fue creado por él y para él. Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo. Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz. Palabra de Dios. Te alabamos Señor. Evangelio de Hoy: Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 10, 25-37: En aquel tiempo, se presentó un letrado y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: -Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna? El le dijo: -¿Qué está escrito en la Ley?, ¿qué lees en ella? El letrado contestó: -«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.» Él le dijo: -Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida. Pero el letrado, queriendo aparecer como justo, preguntó a Jesús: -¿Y quién es mi prójimo? Jesús dijo: -Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó adonde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: -Cuida de él y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta. ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos? El letrado contestó: -El que practicó la misericordia con él. Díjole Jesús: -Anda, haz tú lo mismo. Palabra de Dios. Gloria a ti Señor Jesús.

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TRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES ¡Haz el bien sin mirar a quien! La primera lectura tomada del Libro del Deuteronomio nos muestra la palabra ungida y sabia de Moisés que dirige a su pueblo invitándole: “A escuchar la voz de Dios, a observar y cumplir los preceptos y mandatos, lo que está escrito en la ley, y volver a Dios con todo el corazón, con toda el alma, para así ser bendecidos en abundancia”. En esta misma línea sapiencial está el salmo que la liturgia de este día nos presenta y nos invita a repetir como asamblea: “Humildes, busquen al Señor y revivirá su corazón”. Y es que solo el hombre de corazón sencillo, que se reconoce criatura y a Dios como Creador, es capaz de buscar su Redentor, reconocer el poder, la verdad y la grandeza de las leyes de Dios y cumplirlas, para volver a encontrar el sentido profundo de su vida. Pero pasemos al evangelio de hoy, tomado de san Lucas en el capítulo 10, cuando un maestro de la ley, supuestamente experto en ella, prueba a Jesús y de manera maliciosa le dice ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna? Jesús le responde recordando a Moisés: “Que es lo que está escrito en la ley mosaica”. Y el maestro, que era un erudito y estudioso de la misma, le dirá: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu fuerza y con toda tu mente; y amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Jesús felicita a este maestro de la ley y le dice: “Has respondido correctamente, cumple esto y alcanzarás la vida”. Pero el hombre siguió insistiendo y le preguntó a Jesús, buscando justificarse ¿quién es mi prójimo? Y es cuando Jesús presenta la inmortal parábola del buen samaritano. Al final, Jesús interroga al maestro de la ley sobre el levita, el sacerdote y el samaritano, y le pregunta ¿cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del que fue asaltado por los bandidos? Él le dijo: “Aquel que practicó la misericordia con el asaltado”. Y Jesús zanja la discusión diciéndole al maestro de la ley o escriba: “Anda y haz tú lo mismo”. A propósito de este relato del buen samaritano, que es una imagen de la caridad universal y de hacer el bien sin mirar a quien. Reconozcamos “que la caridad es un mandamiento de Dios que está a nuestro alcance”, según lo dice Deuteronomio en el capítulo 30, y que no hay que subir al cielo o atravesar el océano para conocerlo o practicarlo. De esta explicación que da Jesús a este jurista o doctor de la ley, saquemos algunas conclusiones. La primera, el amor a Dios y el amor al prójimo es el único camino para alcanzar la vida eterna, es la gran sabiduría para ser salvados, según nos dice el mismo capítulo 25 de san Mateo: “Que al final de la vida seremos evaluados por Dios en el amor, en la caridad que hayamos dado a los demás, especialmente a los sufrientes”. Segunda conclusión, el amor vivifica. Es lo que dice Jesús a este hombre, a este escriba: “Haz tú lo mismo y vivirás”. Es que amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a nosotros mismos, nos hace sentir vivos. Recordamos la expresión famosa del apóstol y evangelista Juan cuando dice: “El que no ama está muerto”, o como dice san Pablo también: “A nadie debas nada más que amor, porque en el amar está el cumplir la ley perfecta de Dios”. En una tercera conclusión reconocemos, que el amor a Dios está vacío si no pasa primero por el amor al prójimo. El sacerdote del Antiguo Testamento representante de los dirigentes religiosos y el levita, que era un asistente del templo, dieron un rodeo, le sacaron literalmente el cuerpo al asaltado. Quizás por no caer en impureza ritual, creerlo muerto, quizás porque estaban muy ocupados, o quizás porque creían que era más importante servir en el culto a Dios que servir a Dios en el amor al hermano. Con razón san Juan afirmará: “Miente quien dice que ama a Dios a quien no ve, si no ama a su hermano a quien si ve”. Es que el amor a Dios y el amor al prójimo, a los hombres, no puede separarse. En una cuarta conclusión sobre la pregunta ¿quién es mi prójimo?, podríamos decir. Es toda persona sufriente bajo cualquier aspecto: herido, asaltado, medio muerto, el sufriente es mi prójimo. Pero también podríamos responder, mi prójimo es aquel que me desacomoda, me saca del camino, de mi zona de confort, de mi egoísmo, exige de mi tiempo. Y ese se vuelve mi prójimo según la parábola evangélica. Hoy no estés tan presto a cumplir tu actividad laboral, tus horas de estudio, cuando ves el sufrimiento de tantos cercanos, quizás en tu propia familia; ni te llames hombre religioso, mujer religiosa si no practicas primero la caridad con aquel que se atraviese en el camino de tu vida y que muestra su sufrimiento, sus heridas abiertas. En una quinta conclusión, me pregunto ¿cuándo soy prójimo del otro? Y te diré que te conviertes en prójimo del otro, cuando somos capaces de conmovernos, cuando nos acercamos al otro, cuando lo servimos para limpiar sus heridas con aceite y vino, para llevarlo en la cabalgadura, para acogerlo, buscarle posada, gastando tiempo y dinero. Como dice la parábola: “Dio dos jornales al posadero para atender a aquel hombre atracado, asaltado y herido”. En una sexta y penúltima conclusión, aprendamos que no le hago un favor a otro cuando practico la caridad o la misericordia. El favor me lo hago a mí mismo, porque el último día de nuestra vida sólo seremos dueños del amor que dimos con generosidad, de la entrega que dimos sin egoísmo; y no seremos dueños ante Dios, del dinero, del tiempo, de los talentos que guardamos para nosotros mismos por comodidad o por simple egoísmo. Concluyamos con una séptima enseñanza, cuando Jesús le dice al escriba: “Vete y haz tú lo mismo”. El jurista pasa de la sabiduría de los libros a la sabiduría de la vida. El tiempo de la misericordia no es mañana, es hoy. Hoy tenemos el tiempo, hoy tenemos la oportunidad y hoy tenemos la gracia para servir, mañana no sabemos. Y aunque a veces la mayor dificultad de la caridad es la ingratitud y el desengaño de los demás, aprende a no esperar mucho de los otros, a hacer el bien sin mirar a quién y entender que Dios nos devuelve por otro lado, con generosidad y de manera multiplicada el bien, el amor, el servicio que hayamos prodigado a otros. Que el Señor te bendiga en abundancia en este día. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

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