¡La batalla de la fe!
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REFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO
Lucas 1, 5-25
Lecturas del día de Hoy:
Primera lectura: Jc 13, 2-7.24-25a. El nacimiento de Sansón fue anunciado por el ángel.
En aquellos días, había en Sorá un hombre de estirpe danita, llamado Manoj. Su esposa era estéril y no tenía hijos.
El ángel del Señor se apareció a la mujer y le dijo:
«Eres estéril y no has engendrado. Pero concebirás y darás a luz un hijo. Ahora, guárdate de beber vino o licor, y no comas nada impuro, pues concebirás y darás a luz un hijo. La navaja no pasará por su cabeza, porque el niño será un nazir de Dios desde el seno materno. Él comenzará a salvar a Israel de la mano de los filisteos».
La mujer dijo al esposo:
«Ha venido a verme un hombre de Dios. Su semblante era como el semblante de un ángel de Dios, muy terrible. No le pregunté de dónde era, ni me dio a conocer su nombre. Me dijo: "He aquí que concebirás y darás a luz un hijo. Ahora, pues, no bebas vino o licor, y no comas nada impuro; porque el niño será nazir de Dios desde el seno materno hasta el día de su muerte"».
La mujer dio a luz un hijo, al que puso el nombre de Sansón. El niño creció, y el Señor lo bendijo. El espíritu del Señor comenzó a agitarlo.
Palabra del Señor. Te alabamos Señor
Salmo Responsorial:
Sal 70, 3-4a.5-6ab.16-17
Que se llene mi boca de tu alabanza, y así cantaré tu gloria.
Sé tú mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú.
Dios mío, líbrame de la mano perversa.
Que se llene mi boca de tu alabanza, y así cantaré tu gloria.
Porque tú, Señor, fuiste mi esperanza
y mi confianza, Señor, desde mi juventud.
En el vientre materno ya me apoyaba en ti,
en el seno tú me sostenías.
Que se llene mi boca de tu alabanza, y así cantaré tu gloria.
Contaré tus proezas, Señor mío;
narraré tu justicia, tuya entera.
Dios mío, me instruiste desde mi juventud,
y hasta hoy relato tus maravillas.
Que se llene mi boca de tu alabanza, y así cantaré tu gloria.
Evangelio de Hoy:
Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 1, 5-25: Anuncio del nacimiento de Juan Bautista.
En tiempos de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, del turno de Abías, casado con una descendiente de Aarón llamada Isabel. Los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin falta según los mandamientos y leyes del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos eran de edad avanzada. Una vez que oficiaba delante de Dios con el grupo de su turno, según el ritual de los sacerdotes, le tocó a él entrar en el santuario del Señor a ofrecer el incienso; la muchedumbre del pueblo estaba fuera rezando durante la ofrenda del incienso. Y se le apareció el ángel del Señor, de pie a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías se sobresaltó y quedó sobrecogido de temor. Pero el ángel le dijo:
- «No temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado: tu mujer Isabel te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan. Te llenarás de alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento. Pues será grande a los ojos del Señor: no beberá vino ni licor; se llenará de Espíritu Santo ya en el vientre materno, y convertirá muchos israelitas al Señor, su Dios. Irá delante del Señor, con el espíritu y poder de Elías, para convertir los corazones de los padres hacía los hijos, y a los desobedientes, a la sensatez de los justos, preparando para el Señor un pueblo bien dispuesto.»
Zacarías replicó al ángel:
- «¿Cómo estaré seguro de eso? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada.»
El ángel le contestó:
- «Yo soy Gabriel, que sirvo en presencia de Dios; he sido enviado a hablarte para darte esta buena noticia. Pero mira: te quedarás mudo, sin poder hablar, hasta el día en que esto suceda, porque no has dado fe a mis palabras, que se cumplirán en su momento.»
El pueblo estaba aguardando a Zacarías, sorprendido de que tardase tanto en el santuario. Al salir no podía hablarles, y ellos comprendieron que había tenido una visión en el santuario. Él les hablaba por señas, porque seguía mudo. Al cumplirse los días de su servicio en el templo volvió a casa. Días después concibió Isabel, su mujer, y estuvo sin salir cinco meses, diciendo:
- «Así me ha tratado el Señor cuando se ha dignado quitar mi afrenta ante los hombres.»
Palabra del Señor, Gloria a ti Señor Jesús.
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TRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES
Hemos llegado a la última semana de Adviento, la recta final antes de Navidad, y justo expresamos en nuestro corazón ese sentimiento profundo del alma: ¡Ven, Jesús a nuestras almas, ven, Jesús a nuestras vidas, ven, no tardes tanto!
La lectura de Lucas nos ofrece una imagen privilegiada de un grande en estos pasajes de la Navidad, nada menos que a Zacarías, (esposo de Isabel y padre de Juan el Bautista). Nos dirá el evangelista: “Que ambos esposos eran justos ante Dios, que caminaban sin falta, según los mandamientos y leyes de Dios. Pero en ellos había un dolor, había una esterilidad, Isabel no había podido tener hijos y ahora era impensable porque era de edad avanzada”. Sabemos que para un judío era demasiado importante en tiempos de Jesús el abrirse al regalo, al don de la vida, y veían precisamente la prole, la descendencia, los hijos como una clara bendición de Dios.
Encontramos en un segundo momento el anuncio que el arcángel Gabriel le hace a Zacarías: “No temas (porque lo encontró sobrecogido), tu ruego ha sido escuchado, tu esposa Isabel te dará un hijo y le pondrás por nombre Juan. Te llenarás de alegría y muchos se alegrarán de su nacimiento, pues será grande a los ojos de Dios”. Qué hermosa expresión la que lanza el arcángel a Zacarías, (quien será el papá del futuro, Juan el Bautista). Sin embargo, en Zacarías ocurre algo, sintió miedo, dudó de la voluntad de Dios, se pregunta ¿cómo estaré seguro de esto, puesto que soy viejo y mi mujer, además de estéril, es de edad avanzada? Y el arcángel, en un tercer momento lo llena de esperanza y le dice: “Yo soy Gabriel, que sirvo en presencia de Dios y he sido enviado a hablarte para darte esta buena noticia”. Pero el Señor siente dolor por la incredulidad de Zacarías y le dice: “Por tu falta de fe, quedarás mudo hasta que nazca el niño”.
Muchas veces en nuestra vida parecemos mudos espiritualmente, incapaces de hablar de Dios, porque nos falta esa fe profunda en la acción de Dios en el corazón, en la propia vida. Sólo la fe, entendida como confianza irrestricta en la voluntad de Dios, nos permite con nuestras palabras y con nuestra vida anunciar y hablar alegremente, confiadamente, esperanzadamente de Jesús que actúa en nuestra vida. Zacarías es el ejemplo del hombre que en principio duda, pero luego veremos, según los pasajes sucesivos, se confía totalmente a Dios. Que cada uno de nosotros dé ese paso en su vida, que cada uno si tiene dudas en su corazón, si su fe es débil, si ha pensado en algún momento que Dios no está con él, que sea el momento en estos días de Navidad de decir, Señor, pero si en mis 30, 50 años de vida, he experimentado siempre tu amor, ¿por qué ahora dudo?, ¿por qué tengo miedo? ¡Sé que en la vida he sido muchas veces probado, pero jamás, jamás abandonado de Ti!
Señor, que de mis dudas en esta Navidad pase a la plena confianza en ti.
Que el Señor te bendiga en este día, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.