¡Dios hablará por ustedes!
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REFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO
Mateo 10, 17-22
Lecturas del día de Hoy:
Primera Lectura: Hch 6, 8-10;7,54-60: Veo el cielo abierto.
En aquellos días, Esteban, lleno de gracia y poder, realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo. Unos cuantos de la sinagoga llamada de los libertos, oriundos de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia, se pusieron a discutir con Esteban; pero no lograban hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que hablaba. Oyendo estas palabras, se recomían por dentro y rechinaban los dientes de rabia. Esteban, lleno de Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios, y dijo:
- «Veo el cielo abierto y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios.»
Dando un grito estentóreo, se taparon los oídos; y, como un solo hombre, se abalanzaron sobre él, lo empujaron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearlo. Los testigos, dejando sus capas a los pies de un joven llamado Saulo, se pusieron también a apedrear a Esteban, que repetía esta invocación:
- «Señor Jesús, recibe mi espíritu.»
Luego, cayendo de rodillas, lanzó un grito:
- «Señor, no les tengas en cuenta este pecado.»
Y, con estas palabras, expiró.
Palabra del Señor. Te alabamos Señor
Salmo de hoy:
Sal 31/30, 3cd-4.6 y 8ab. 16bc-17:
A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Sé la roca de mi refugio,
un baluarte donde me salve,
tú que eres mi roca y mi baluarte;
por tu nombre dirigeme y guíame.
A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
A tus manos encomiendo mi espíritu:
tú, el Dios leal, me librarás.
Tu misericordia sea mi gozo y mi alegría.
Te has fijado en mi aflicción.
A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Líbrame de los enemigos que me persiguen;
haz brillar tu rostro sobre tu siervo,
sálvame por tu misericordia.
A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
Evangelio de Hoy:
Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 10, 17-22: No seréis vosotros los que habléis, sino el Espíritu de vuestro Padre.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
- «No os fiéis de la gente, porque os entregarán a los tribunales, os azotarán en las sinagogas y os harán comparecer ante gobernadores y reyes, por mi causa; así daréis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Cuando os arresten, no os preocupéis de lo que vais a decir o de cómo lo diréis: en su momento se os sugerirá lo que tenéis que decir; no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros. Los hermanos entregarán a sus hermanos para que los maten, los padres a los hijos; se rebelarán los hijos contra sus padres, y los matarán. Todos os odiarán por mi nombre; el que persevere hasta el final se salvará.»
Palabra del Señor, Gloria a ti Señor Jesús.
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TRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES
Justo un día después de la Navidad, la Iglesia nos presenta la otra cara de la moneda, no el misterio de la vida que nace para darnos salvación, sino el testimonio de los mártires que entregan su vida por creer en el recién nacido Salvador. En efecto, hoy la Iglesia recuerda a san Esteban, el primer mártir o protomártir de la Iglesia Católica, y encontramos en la primera lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles, capítulos 6 y 7, varios momentos en la vida de este gigante diácono de la Iglesia de Jerusalén.
El primer momento, la unción de Esteban, en efecto, nos dirá el libro de los actos o Hechos de los Apóstoles: “Que Esteban era un joven lleno de gracia y de poder, y que realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo”. Pero a renglón seguido nos presenta la oposición de la gente que participaba en la sinagoga a la palabra de Esteban. De hecho, se dice que algunos de ellos discutían con este hombre joven y santo, pero no lograban hacer frente a la sabiduría y al Espíritu con el que hablaba. Y esta dinámica de oposición sigue in crescendo, en crecimiento, cuando Esteban tiene una visión divina, maravillosa. De hecho, dirá el libro de los Hechos de los Apóstoles, que Esteban, lleno del Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo, vio la gloria de Dios y a Jesús de pie a la derecha de Dios, y afirmará de manera tajante ante la multitud de judíos que lo escuchaban: “Veo el cielo abierto y al Hijo del Hombre de pie a la derecha de Dios”. Esto le resultó insoportable, literalmente inaceptable para aquellos judíos que no entendían que hubiera un hombre tan transformado y renovado por la acción del recién nacido, Jesús. Y dice: “Que dando un grito estentóreo que se hizo sentir en todas partes, se taparon los oídos con furia para no escuchar más la sabiduría y las palabras de Esteban, y la multitud como un solo hombre, se abalanzó sobre la humanidad del joven diácono, lo empujaron fuera de la ciudad y se pusieron a apedrearlo con gran crueldad”.
Concluirá esta primera lectura diciendo: “Que los testigos que apedreaban a Esteban dejaron sus capas a los pies de un joven llamado Saulo, (que luego sería Pablo el apóstol, en este momento Saulo el apóstata, pero por ser menor de edad, no podía tomarse la ley por propia cuenta. Por eso Saulo no lo apedrea, pero si se hace en el lugar donde todos dejan sus capas para con toda libertad apedrear a Esteban)”. Y este al final tiene solo un acto de profunda confianza en Dios y de perdón hacia sus detractores, cuando en un primer momento dirá invocando al Señor: “Jesús Recibe mi espíritu”, y luego, cayendo de rodillas y en un grito de triunfo, ora por sus perseguidores, por quienes le apedrean y afirmará: “Señor, no les tengas en cuenta su pecado”, (y es la última frase que se oye repetir de este joven mártir antes de expirar, de morir apedreado por la crueldad de sus paisanos, que no entendían la fe que él profesaba).
Con razón decimos en el salmo un texto que es muy común para nosotros durante la Semana Santa y nos suena un poco extraño, justo en el inicio de esta octava de Navidad: “A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu”. Y proclamamos como asamblea orante: “Sé la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve. Tú, que eres mi roca y mi baluarte, dirígeme y guíame; Tú, el Dios leal, me librarás, tu misericordia sea mi gozo y mi alegría. Te has fijado en mi aflicción, líbrame de los enemigos que me persiguen, haz brillar tu rostro sobre tu siervo, sálvame por tu misericordia”.
¡Qué contradicción!, justo cuando celebramos la vida que nos nace del Dios Salvador en la imagen de un recién nacido, celebramos también la vida eterna del primer mártir de la Iglesia, Esteban, y nos damos cuenta cómo nuestra fe cristiana, nace y crece en medio de gozos, alegrías, pero también dolores y grandes sufrimientos. Son como las dos antípodas de la condición humana, así como al día lo sucede la noche y la noche es reemplazada por el día, así también ayer, con gozo celebrábamos la fiesta del nacimiento de Jesús, su encarnación en hacerse humanidad, y hoy celebramos el testimonio hasta el derramamiento de su sangre de un creyente en Él, san Esteban repetimos, el protomártir, el primer mártir de la Iglesia.
Pero en esta misma línea de la fiesta del martirio de Esteban está el evangelio de hoy, tomado del capítulo 10 de san Mateo, cuando Jesús nos invita: “A no fiarnos como creyentes ni del mundo, ni de la gente del mundo”. De alguna manera nos previene, porque en la gente que no es de Cristo, que no es creyente, habrá traiciones y en el fondo lo augura, lo profetiza Mateo cuando dice: “Los entregarán en los tribunales, los azotarán en las sinagogas, los harán comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa”. Pero Jesús da tranquilidad a sus seguidores más allá de la persecución y les dice: “No se preocupen de su defensa y de las palabras que utilizarán cuando comparezcan ante tribunales e importantes del mundo”. Y concluirá diciendo: “El Espíritu de su Padre Dios, hablará por ustedes, de manera que no serán ustedes los que prepararán su defensa, sino que será el Espíritu del Padre de los Cielos”. Concluirá el apóstol y evangelista Mateo, afirmando: “Sólo el que persevere hasta el final se salvará, y es un valor supremo en la vida del creyente la perseverancia en la fe en el Señor, más allá de pruebas y adversidades, y sólo con esta perseverancia alcanzaremos la salvación definitiva del alma”.
Que, en esta Navidad, el gozo de Jesús que ha nacido para la humanidad, para el mundo, que ha nacido en nuestros corazones por la fe, la esperanza y el amor, que no se vea ese gozo opacado, sabiendo que también en la vida del creyente hay oposición, persecución cruel de aquellos que no comprenden la fe en la persona de Jesús. Es la dinámica de la Iglesia, así ha sido siempre por dos mil años y no nos podemos desanimar, ni escandalizar y, por el contrario, sabemos que al final, muy al final de la vida, el bien triunfa sobre el mal, la justicia vence a la injusticia y Dios, el Dios de la vida, triunfa sobre el mal de la muerte que a todos nos atemoriza.
Que el buen Dios te bendiga abundantemente en este día, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.