Echa las redes
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REFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO
Mateo 13, 47-53
Lecturas del día de Hoy:
Primera Lectura: Ex 40,16-21.34-38: La nube cubrió la tienda del encuentro, y la gloria del Señor llenó el santuario.
En aquellos días, Moisés hizo todo ajustándose a lo que el Señor le había mandado.
El día uno del mes primero del segundo año fue construido el santuario. Moisés construyó el santuario, colocó las basas, puso los tablones con sus trancas y plantó las columnas; montó la tienda sobre el santuario y puso la cubierta sobre la tienda; como el Señor se lo había ordenado a Moisés.
Colocó el documento de la alianza en el arca, sujetó al arca los varales y la cubrió con la placa. Después la metió en el santuario y colocó la cortina de modo que tapase el arca de la alianza; como el Señor se lo había ordenado a Moisés.
Entonces la nube cubrió la tienda del encuentro y la gloria del Señor llenó el santuario.
Moisés no pudo entrar en la tienda del encuentro, porque la nube se había posado sobre ella y la gloria del Señor llenaba el santuario.
Cuando la nube se alzaba del santuario, los israelitas levantaban el campamento, en todas las etapas. Pero cuando la nube no se alzaba, los israelitas esperaban hasta que se alzase.
De día la nube del Señor se posaba sobre el santuario, y de noche el fuego, en todas sus etapas, a la vista de toda la casa de Israel.
Palabra de Dios. Te alabamos Señor.
Salmo de Hoy:
Sal 84(83), 3.4 5-6a y 8a.11 (R. 2)
¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos!
Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,
mi corazón y mi carne
retozan por el Dios vivo.
¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos!
Hasta el gorrión ha encontrado una casa,
y la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor de los Ejércitos,
rey mío y Dios mío.
¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos!
Dichosos los que viven en tu casa,
alabándote siempre.
Dichosos los que encuentran en ti su fuerza;
caminan de baluarte en baluarte.
¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos!
Vale más un día en tus atrios
que mil en mi casa,
y prefiero el umbral de la casa de Dios
a vivir con los malvados.
¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos!
Evangelio de Hoy:
Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 13, 47-53: Reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran.
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
-«El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?»
Ellos les contestaron: -«Sí.»
Él les dijo: -«Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.»
Cuando Jesús acabó estas parábolas, partió de allí.
Palabra de Dios. Gloria a ti Señor Jesús.
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TRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES
¡Echa las redes!
La primera lectura tomada del Libro del Éxodo nos presenta “las órdenes definitivas que Dios da a Moisés para concretar e inaugurar el servicio de la tienda del encuentro, donde ellos tenían la idea clara de que allí estaba la presencia de Dios”. De hecho, nos dirá el texto bíblico: “Que a partir de ese momento la nube cubre la tienda indicando en qué momento el pueblo debía de partir y en qué momento debía detenerse”.
Es que la nube y la gloria son símbolos de la cercanía y de la presencia de Dios que se instalan en la tienda del encuentro como morada entre todo el pueblo.
Hoy te invito para que re reconozcas la presencia de Dios, no solo en lugares como aconteció con el pueblo de Israel, donde moraba la gloria de Dios; sino que aprendamos a reconocer la presencia y la vida de Dios en nosotros, en los otros, en la obra creada por el Padre de los cielos.
Estamos llamados a adorar no solamente en lugares, sino a alabar y adorar en espíritu y en verdad. Hoy hemos pasado simplemente del lugar y hemos reconocido la presencia de Dios en cada uno de nosotros, y nos recuerdan los textos bíblicos: “Que tú y yo, por lo menos nuestro cuerpo es morada, es casa del Espíritu Santo”.
Con razón el salmo responsorial de este día nos invita a alabar diciendo: “Qué deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos. Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor, mi corazón y mi carne se alegran por el Dios vivo. Dichosos los que viven en tu casa, alabándote siempre. Dichoso el que encuentra en ti su fuerza, caminan de baluarte en baluarte. Vale más un día en tus atrios que mil en mi casa, y prefiere el umbral de la casa de Dios a vivir con los malvados”.
Pero hablemos del evangelio de hoy, tomado del capítulo 13, cuando ya en la parte final, en este famoso discurso parabólico o de las parábolas sobre el Reino de los cielos, Jesús “compara el reinar de Dios con una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Luego los separa entre buenos y malos, y al final los buenos serán tomados y los malos desechados”.
Aprendamos de este evangelio tres enseñanzas para nuestra vida.
La primera, el Reino de Dios es para todos. Es un llamado universal a la salvación, la red está llamada permítanme la expresión a pescar, a atrapar todos los peces. Hoy siente que esa forma nueva de vivir el Reino de Dios, que es justicia y paz, que es amor y verdad, que es gracia, perdón y esperanza. El Reino de Dios es para todos los hombres y mujeres de buena voluntad que, abriendo su corazón, lo acogen en sus vidas.
No te sientas nunca excluido o excluida de la llamada a la salvación, no importa cómo haya sido tu vida, qué faltas, qué pecados hayas tenido. Si algo es desconcertante y a la vez fascinante en la lógica de Dios, es que Él no ha venido por los justos, los buenos, los sanos; sino que ha venido por los pecadores, los malos, los enfermos. Y en esas últimas categorías cabemos todos nosotros que estamos enfermos, que somos pecadores, que nos hemos equivocado. Pero el reinar de Dios a la manera de una red que se lanza para captar el mayor número de peces, es para todos nosotros.
Nunca te entristezcas pensando: yo no merezco el amor de Dios, yo no soy digno de la salvación y la misericordia de Dios. Esa es una idea de satanás, no es una idea de Dios, no la creas.
Pero hay una segunda enseñanza. Nos habla la parábola evangélica de hoy de que habrá un final de los tiempos, un juicio para todos. Nos dice exactamente la parábola: “Lo mismo sucederá al final de los tiempos, saldrán los ángeles y separarán los malos de los buenos”.
Aquí aprende que tu vida no es un bien indefinido, que tu vida no es para siempre, que tu vida es un don que tiene término de caducidad. Por eso, teniendo esa sabiduría, esa certeza, esa seguridad, vive bien. Si los años de juventud, los años de la vida loca han pasado, aprende ponderación, prudencia, sindéresis, sensatez con tu existencia. Aprende a preparar ese momento definitivo del final de tu historia, donde los ángeles separarán a los malos de los buenos.
Hay un final para nuestra historia, por eso vale la pena recordar la expresión de los salmos y del mismo rey Salomón: “Señor, enséñame a calcular el número de mis años para que adquiera un corazón sensato”.
Hoy te invito para que no pienses cuántos años tienes: 40, 50, 60. Piensa y trata de calcular mentalmente cuántos años de vida te quedan. Es más, podría hacer una cuenta más corta y decir ¿cuántos años de vida útil y productiva me quedan?, y ¿qué debo de hacer con mi vida? ¿Seguir trabajando?, ¿seguir acumulando?, ¿seguir viviendo para mí mismo?, ¿seguir viviendo de rabietas, de rencores de manera egoísta?; o ¿debo de reorientar de manera radical mi existencia? Y si me quedan 10, 15, 20 años de vida útil tratar de aprovecharlos de la mejor manera, sembrando el amor, sembrando la fe y la esperanza, sembrando la justicia y la paz; siendo constructor de una nueva sociedad, siendo constructor del Reino de Dios en medio del reino humano.
En lo personal, siempre me cuestiona cómo será el último día de mi vida y le pido al Señor la gracia de marchar ese día a su presencia sin tener deudas pendientes con nadie. Pedir perdón a quien he ofendido y dar gracias por el bien que hubiera podido hacer que es sólo por la obra del Espíritu Santo en cada uno de nosotros.
Vive de tal manera que construyas no para una pensión de jubilación temporal, sino para la pensión o la jubilación eterna con Dios, que todo en esta vida pasa y sólo Dios permanece. Vive de tal manera que el día de tu muerte puedas decirle al Señor con las manos llenas de obras de amor y la frente en alto, puedo marchar frente a ti, confío en tu misericordia y mira, te presento las obras de mi vida, en medio de mis limitaciones traté de hacer lo mejor.
Finalmente aparece una tercera enseñanza, y es que más allá de la muerte y del juicio, hay un premio o un castigo que nos espera a todos. En efecto, la parábola evangélica hablará “de la separación de los buenos y los malos, y estos últimos irán al fuego eterno, y allí será el llanto y el rechinar de dientes” (una expresión muy semita, muy oriental, muy bíblica), para indicarnos allí será el sufrimiento eterno, que no es otra cosa sino el sufrimiento por el vacío, la falta del amor y la vida divina, la vida de Dios en nosotros.
Hoy piénsalo, la red que es el Reino de Dios es para todos, tenemos un final en nuestra vida y hay que preparar ese final viviendo de manera recta y de cara a Dios. Y recuerda que en la vida eterna habrá premio o castigo. Tú decides si te confías a la misericordia de Dios y buscas el premio divino, o si crees que en el mundo vas a encontrar todas las respuestas a tu vida y vives de cara a los hombres y al final en la muerte te darás cuenta de que todo en la vida fue fatuo, todo pasó, todo fue efímero, que en el fondo si no construimos para Dios, para el Reino de los cielos, no construimos verdaderamente en nuestra vida.
Que el Señor te bendiga en abundancia en este día. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.