¡Martirio de Juan Bautista!

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REFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO Marcos 6, 17-29 Lectura del día de hoy Lectura del libro de Jeremías 1, 17-19 En aquellos días, recibí esta palabra del Señor: «Cíñete los lomos, ponte en pie y diles lo que yo te mando. No les tengas miedo, que si no, yo te meteré miedo de ellos. Mira; yo te convierto hoy en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes y príncipes de Judá, frente a los sacerdotes y la gente del campo. Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte.» Oráculo del Señor. Salmo del día de hoy Salmo 71/ 70,1-2.3-4a.5-6ab.15ab.17 R/. Mi boca contará tu auxilio A ti, Señor, me acojo: no quede yo derrotado para siempre; tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo, inclina a mí tu oído, y sálvame. R/. Sé tú mi roca de refugio, el alcázar donde me salve, porque mi peña y mi alcázar eres tú, Dios mío, líbrame de la mano perversa. R/. Porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza y mi confianza, Señor, desde mi juventud. En el vientre materno ya me apoyaba en ti, en el seno tú me sostenías. R/. Mi boca contará tu auxilio, y todo el día tu salvación. Dios mío, me instruiste desde mi juventud, y hasta hoy relato tus maravillas. R/. Evangelio del día de hoy Lectura del santo evangelio según san Marcos 6, 17-29 En aquel tiempo, Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel, encadenado. El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano. Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto. La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras, que te lo doy.» Y le juró: «Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino.» Ella salió a preguntarle a su madre: «¿Qué le pido?» La madre le contestó: «La cabeza de Juan, el Bautista.» Entró ella en seguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió: «Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista.» El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida le mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre. Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron. Palabra del Señor, Gloria a ti Señor Jesús.

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TRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES En la memoria litúrgica del martirio de san Juan Bautista, la primera lectura nos presenta la misión de Jeremías, cuando el Señor le dirige una palabra clara y concreta: “Cíñete los lomos, ponte en pie y dile a mi pueblo lo que yo te mando”, y enseguida da autoridad y coraje al profeta cuando afirma: “No les tengas miedo, que, si no, yo te meteré miedo de ellos. Y a renglón seguido afirmará el Señor diciendo a Jeremías: “Te convierto en columna de hierro, en muralla de bronce frente a todo el país, frente a los reyes y príncipes de Judá, frente a los sacerdotes y la gente sencilla del campo”, y le hace una advertencia el Señor: “Lucharán contra ti Jeremías, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte y protegerte, oráculo del Señor”. Por eso el salmo responsorial canta: “Mi boca contará tu auxilio”, y dirá el salmista: “A ti Señor, me acojo, no quede yo derrotado para siempre, Tú que eres justo líbrame, y ponme a salvo. Inclina a mí tu oído y sálvame. Sé tú mi roca de refugio, el alcázar donde me salve, porque mi peña y mi alcázar eres Tú, Dios mío líbrame de la mano perversa, porque Tú, Dios mío, fuiste mi esperanza y mi confianza Señor, desde mi juventud en el vientre materno ya me apoyaba en ti, en el seno Tú me sostenías”. Y termina el salmo diciendo: “Mi boca contará tu auxilio y todo el día tu salvación. Dios mío, me instruiste desde mi juventud y hasta hoy relato tus maravillas”. Esta primera lectura y el salmo nos preparan para entender la misión del Bautista, la humildad que siempre tuvo, donde no se predicó a sí mismo, sino a Jesús, y él se sentía tan pequeño que se experimentaba no digno ni siquiera de desatarle la correa de las sandalias de los pies al salvador. Se descubre además de la humildad de Juan el Bautista, su reciedumbre como profeta, su capacidad de tener coraje y valor frente a la adversidad y las pruebas. Pero además de su humildad y reciedumbre, encontramos la coherencia de su vida, entre lo que predica y lo que vive, lo que anuncia, y lo que es su vida concreta. Finalmente encontramos que Juan el Bautista anuncia una verdad sin componendas y más allá del poder del tetrarca Herodes y de las intrigas de Herodías y de su hija Salomé, confronta el adulterio de esta mujer Herodías, así sepa que esto le puede acarrear problemas a su vida, porque entiende que la verdad está por encima de todo. Al final reconocemos que Juan el Bautista es decapitado, muere mártir, pero su martirio no es el fracaso de su vida, sino la refrendación de ese martirio, de la fidelidad de cada día, de su entrega, de su generosidad y de su radicalidad en el anuncio del evangelio. Hoy, en una sociedad de tibios espirituales, de mediocres que cumplimos con los mínimos que nos pide el evangelio y nuestro ser de bautizados, cuánto nos interroga, nos cuestiona y nos interpela a nuestra vida, la imagen inmensa de Juan el Bautista, donde se conjugan todas las pasiones humanas: la venganza de Herodías, la manipulación de Salomé, la cobardía de Herodes, la pusilanimidad de los comensales e invitados del tetrarca en la fortaleza de Maqueronte, pero también el coraje, la parresía, la libertad interior, la coherencia de vida de ese gigante del que Jesús llamó: “El hombre más grande nacido de vientre de mujer”. Hoy, cuánto necesita nuestro mundo Juanes Bautistas, obispos valientes, sacerdotes que más allá de la jauría de un mundo secular que quiere crucificarnos, aprendamos con serenidad, pero también con coraje, a anunciar la vida nueva que sólo nos viene con Jesús muerto y resucitado. Que el Señor te bendiga en abundancia en este día, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

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