¡No endurezcas el corazón!

Abstract

REFERENCIA BIBLICA DEL EVANGELIO Juan 5, 31-47 Lectura del día de hoy Lectura del libro del Éxodo 32, 7-14 En aquellos días, el Señor dijo a Moisés: «Anda, baja de la montaña, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un becerro de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: “Éste es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto”». Y el Señor añadió a Moisés: «Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo». Entonces Moisés suplicó al Señor, su Dios: «¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que sacaste de Egipto, con gran poder y mano robusta? ¿Por qué han de decir los egipcios: “Con mala intención los sacó, para hacerlos morir en las montañas y exterminarlos de la superficie de la tierra”? Aleja el incendio de tu ira, arrepiéntete de la amenaza contra tu pueblo. Acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo: “Multiplicaré su descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a su descendencia para que la posea por siempre”». Entonces se arrepintió el Señor de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo. V/. «Palabra de Dios». R/. «Te alabamos Señor». Salmo del día de hoy Salmo 106 (105), 19-20. 21-22. 23 R/. Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo. En Horeb se hicieron un becerro, adoraron un ídolo de fundición; cambiaron su gloria por la imagen de un toro que come hierba. R/. R/. Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo. Se olvidaron de Dios, su Salvador, que había hecho prodigios en Egipto, maravillas en la tierra de Cam, portentos junto al mar Rojo. R/. R/. Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo. Dios hablaba ya de aniquilarlos; pero Moisés, su elegido, se puso en la brecha frente a Él, para apartar su cólera del exterminio. R/. R/. Acuérdate de mí, Señor, por amor a tu pueblo. Evangelio del día de hoy Lectura del santo Evangelio según San Juan 5, 31-47 En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: «Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es verdadero el testimonio que da de mí. Ustedes enviaron mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio en favor de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que ustedes se salven. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y ustedes quisieron gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido llevar a cabo, esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado. Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca han escuchado su voz, ni visto su Rostro, y su palabra no habita en ustedes, porque al que Él envió no le creen. Estudian las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no quieren venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, los conozco y sé que el amor de Dios no está en ustedes. Yo he venido en Nombre de mi Padre, y no me recibieron; si otro viene en nombre propio, a ese sí lo recibirán. ¿Cómo podrán creer ustedes, que aceptan gloria unos de otros y no buscan la gloria que viene del único Dios? No piensen que yo los voy a acusar ante el Padre, hay uno que los acusa: Moisés, en quien tienen su esperanza. Si creyeran a Moisés, me creerían a mí, porque de mí escribió él. Pero, si no creen en sus escritos, ¿cómo van a creer en mis palabras?». V/. «Palabra del Señor». R/. «Gloria a ti Señor Jesús».

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TRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES Jesús reconoce la dolorosa incredulidad del pueblo judío, incredulidad que se ha sostenido por los siglos, en distintos sectores de la población. Jesús afirmará: “Que por más que tiene obras, las obras no las hace a título personal, sino en nombre del Padre Dios”, y es precisamente estas obras realizadas en nombre del Padre Dios, que dan testimonio de Jesús. Siempre desde que el hombre es hombre y el mundo es mundo han existido creyentes e incrédulos y probablemente siempre existirán, el tema no es las obras, las acciones portentosas, los milagros que pueda realizar Jesucristo; el tema de alguna manera es la cerrazón del corazón humano, que a veces, aunque vea milagros cada día en un amanecer, en el ser humano, en la obra creada por Dios, nunca reconocerá esa acción de Dios en su vida. Jesús de alguna manera, conociendo ese corazón humano dirá de los fariseos, y en general del pueblo de Israel: “Ustedes estudian las escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna, sin embargo, no me quieren ver, ni reconocer a mí, que soy el único capaz de comunicar vida eterna”, y luego lanza una invectiva que nos pone a pensar, no solamente a los judíos de hace 20 siglos sino a nosotros, afirmará Jesús: “Los conozco y sé que el amor de Dios no está en ustedes”. Cuántas veces en nuestra vida, hacemos, decimos, actuamos movidos por vanidades o motivaciones puramente personales, egoístas o mínimamente muy humanas, pero no hablamos, pensamos, decimos, movidos por el amor a Dios. Hoy te pregunto: ¿qué te mueve a levantarte?, ¿qué te mueve a luchar por tu familia?, ¿qué te mueve a trabajar cada día?, simplemente ¿el amor a ti mismo? ¿el bienestar personal?, ¿quizás un amor recortado a dos o tres seres queridos?, o en definitiva te mueve el amor a Dios que te ha dado la vida, el trabajo, la familia, la salud, los talentos, las oportunidades, las bendiciones, el perdón y la misericordia frente ofensas o caídas en que hayas incurrido. Hoy reconocemos y dirá Jesús en la última parte del evangelio, que los hombres buscan glorias humanas, el reconocimiento de unos a otros, pero no buscan la única gloria verdadera, la gloria que viene de Dios. Es interesante constatar, que mientras el hombre dice, no me arrodillo ante Dios, se arrodilla fácilmente ante otros hombres. Cómo endiosamos a quien no es Dios, como idolatramos un gerente de una empresa, un deportista, un artista, una persona que admiramos, y al final descubrimos que ella como cualquier ser humano, tiene equívocos, se enferma y se muere como nosotros; la gloria verdadera no nos la damos los hombres unos a otros, sino que nos viene solo de Dios. Glorifica a Dios con tus buenas obras, sirve a los demás sin pensar si lo merecen o no lo merecen, simplemente hazlo todo por amor, así el Padre Dios que ve tú pensar, tú hablar y tú actuar, te dará la recompensa eterna y con tus obras glorificarás a Dios. Que el Señor te bendiga en este día, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén

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