¡De tu mal, quedas liberado!

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REFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO Lucas 5, 17-26 Lectura del día de hoy: Primera Lectura: del libro el profeta Isaías 35, 1-10 El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrará la estepa y florecerá, germinará y florecerá como flor de narciso, festejará con gozo y cantos de júbilo. Le ha sido dada la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y del Sarón. Contemplarán la gloria del Señor, la Majestad de nuestro Dios. Fortalezcan las manos débiles, afiancen las rodillas vacilantes; digan a los inquietos: «Sean fuertes, no teman. ¡He aquí su Dios! Llega el desquite, la retribución de Dios. Viene en persona y los salvará». Entonces se despegarán los ojos de los ciegos, los oídos de los sordos se abrirán; entonces saltará el cojo como un ciervo y cantará la lengua del mudo, porque han brotado aguas en el desierto y corrientes en la estepa. El páramo se convertirá en estanque, el suelo sediento en manantial. En el lugar donde se echan los chacales habrá hierbas, cañas y juncos. Habrá un camino recto. Lo llamarán «Vía sacra». Los impuros no pasarán por él. Él mismo abre el camino para que no se extravíen los inexpertos. No hay por allí leones, ni se acercan las bestias feroces. Los liberados caminan por ella y por ella retornan los rescatados del Señor. Llegarán a Sión con cantos de júbilo: alegría sin límite en sus rostros. Los dominan el gozo y la alegría. Quedan atrás la pena y la aflicción. Palabra de Dios. Te alabamos Señor. Salmo del día de hoy: Salmo 85(84) He aquí nuestro Dios; viene en persona y nos salvará. Voy a escuchar lo que dice el Señor: «Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos». La salvación está cerca de los que le temen, y la gloria habitará en nuestra tierra. R/. He aquí nuestro Dios; viene en persona y nos salvará. La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo. R/. He aquí nuestro Dios; viene en persona y nos salvará. El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto. La justicia marchará ante Él, y sus pasos señalarán el camino. R/. He aquí nuestro Dios; viene en persona y nos salvará. Evangelio del día de hoy: Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 5, 17-26 Un día, estaba Jesús enseñando, y estaban sentados unos fariseos y maestros de la ley, venidos de todas las aldeas de Galilea, Judea y Jerusalén. Y el poder del Señor estaba con Él para realizar curaciones. En esto, llegaron unos hombres que traían en una camilla a un hombre paralítico y trataban de introducirlo y colocarlo delante de él. No encontrando por dónde introducirlo a causa del gentío, subieron a la azotea, lo descolgaron con la camilla a través de las tejas, y lo pusieron en medio, delante de Jesús. Él, viendo la fe de ellos, dijo: «Hombre, tus pecados están perdonados». Entonces se pusieron a pensar los escribas y los fariseos: «¿Quién es este que dice blasfemias?, ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?». Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, respondió y les dijo: «¿Qué están pensando en sus corazones?, ¿Qué es más fácil, decir: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate y echa a andar”? Pues, para que vean que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados ─dijo al paralítico─: “A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa”». Y, al punto, levantándose a la vista de ellos, tomó la camilla donde había estado tendido y se marchó a su casa dando gloria a Dios. El asombro se apoderó de todos y daban gloria a Dios. Y, llenos de temor, decían: «Hoy hemos visto maravillas». Palabra del Señor, Gloria a ti Señor Jesús.

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TRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES La primera lectura en los capítulos 34 y 35 de Isaías, nos describen un escenario del final de la historia, lo que llamamos un escenario de tipo escatológico, donde se presentan combates que harán que el Señor Dios actúe y sobre lo cual hay desolación y caos. Pero el principio del capítulo 35 que hoy leemos, anuncia la promesa del retorno de Israel a su tierra, a su pueblo, envolviendo a todo y a todos en un sentimiento de gran alegría y gozo, porque viene la salvación de Dios, la recompensa divina viene a salvarnos. Esta imagen histórica puede ser perfectamente aplicable con el paso de los siglos a nuestra vida y reconocer que en esta próxima Navidad (en un par de semanas), tendremos nosotros la alegría de la bendición, el cumplimiento de las promesas de Dios que nos llenan de alegría. En efecto, de una manera casi poética, el libro de Isaías afirmará: “Que el desierto se regocijará, la estepa se alegrará, volverá a florecer; germinará y florecerá como flor de narciso. Volverá allí donde había esterilidad al ver la fecundidad del Líbano o la belleza y el esplendor del carmelo, el monte carmelo, el monte del jardín”. Pero también afirma: “Que la cobardía de los hombres y su debilidad pasará”, y continuará diciendo: “Las manos débiles serán fortalecidas, las rodillas vacilantes y cansadas serán afianzadas, y aquellos que se sientan turbados y acobardados, escuchen en el corazón la voz del Señor que les dice, Sean fuertes, no tengan miedo. He aquí que llega su Dios, llega el momento del desquite y viene la recompensa de Dios que en persona se acerca a ustedes y los salvará”. Y repite una promesa a lo largo el profeta Isaías, hablando de la curación de los enfermos y dirá: “Se despegarán los ojos de los ciegos, los oídos de los sordos se abrirán. El cojo saltará como un ciervo y cantará la lengua del mudo, porque han brotado aguas en el desierto. El páramo se ha convertido en estanque y el suelo sediento es un verdadero manantial”. En el fondo podríamos sintetizar esta expresión de Isaías capítulo 35, cómo nuestra alegría es Dios que acompaña la vida de su pueblo, que acompaña nuestra propia existencia. Y también podríamos decir, en sentido contrario, que la falta de alegría del mundo de hoy y del mundo de hace 20 siglos, la falta de alegría es sencillamente falta de Dios. Quédate pensando en esta afirmación, y pregúntate si hay alegría o no en tu vida y simplemente te doy un camino que te pone a pensar, quizás la falta de gozo interior, de alegría profunda en tu existencia, es falta de Dios en tu corazón. Pero pasemos al evangelio de hoy, bellísimo por demás, donde Jesús, en una eterna confrontación con los fariseos, nos muestra y nos deja una enseñanza para nuestra vida. El caso es que Jesús enseñaba sobre la ley judía, la Torá a los suyos, pero además de enseñar, sanaba enfermos que le traían de todas las aldeas del norte de Israel, Galilea y también más del centro de Israel, de Judea y de Jerusalén. Nos dice el evangelista Lucas: “Que el poder de Dios estaba con Jesús para realizar curaciones”. En medio de este alborozo y de este júbilo por un hombre taumaturgo, capaz de sanar y de liberar, le llevaban numerosos enfermos, pero detalla el evangelista Lucas a un hombre que traído en una camilla y tratando de introducirlo en la casa donde se encontraba, al no poder hacerlo, suben a la azotea o techo de la casa, mueven las losetas de las tejas, descuelgan la camilla con cuerdas y ponen al tullido paralítico delante de Jesús. Él viendo la fe del enfermo y de quienes le acompañaban, le asistían, le dice al hombre antes de sanarlo de su parálisis: “Hombre, tus pecados quedan perdonados”. Pero qué han escuchado los fariseos, que inmediatamente, que en principio escuchaban con atención y agrado sus enseñanzas, se disgustan y piensan en su corazón ¿quién es este hombre que dice semejante blasfemia?, ¿acaso quién puede perdonar pecados si no sólo Dios?; este hombrecillo Jesús, ¿qué se ha creído? Jesús tal vez leyendo sus miradas (que son las ventanas del alma), entendió los pensamientos de ellos, los fariseos y los cuestiona diciéndoles ¿qué están pensando en sus corazones?, ¿por qué dudan de la autoridad que mi Padre me ha dado para sanar y aun para perdonar pecados? Y para mostrar que Él como Hijo de Dios tiene poder sobre esta tierra para perdonar pecados, les dice a los fariseos ¿qué es más fácil, perdonar el pecado o darle la salud a un tullido y ponerlo a caminar?, pues para que se vea el poder de Dios le dice al paralítico: “A ti te lo mando, ponte en pie, toma tu camilla, vete a tu casa”. Y nos dice: “Que al instante el hombre tullido (seguramente de muchos años, aunque no lo relata el evangelio), se levanta a la vista de la multitud abigarrada, apretada en la casa judía donde se encontraba Jesús, acompañado por demás de numerosos fariseos y maestros de la ley, el enfermo toma su camilla donde había estado tendido y se marcha a su casa dando gloria a Dios”. ¡Qué impresionante milagro!, como más allá de enseñar y de sanar, Jesús perdona pecados y nos enseña a nosotros que es más importante la sanación interior que la sanación física, material de las piernas o la sanación exterior. Y esto hoy a ti y a mí, cuando acudimos frecuentemente a las EPS en el caso de Colombia, o a médicos en cualquier otro país de Hispanoamérica, descubrimos que priorizamos la sanación funcional, orgánica o material de nuestro cuerpo, pero olvidamos que la curación más importante es la del corazón, cuando somos perdonados y, por tanto, liberados de nuestras esclavitudes interiores que históricamente hemos llamado pecado. Hoy ¿te preocupas tanto por tu salud espiritual como lo haces por tu salud física, orgánica o funcional?, hoy sólo buscamos médicos especialistas en una parte o función de nuestro cuerpo, quizás algunos psicólogos para nuestro mundo síquico; pero en el mundo espiritual profundo, donde habita Dios, donde tomamos las grandes decisiones, donde se establecen las profundas orientaciones de la vida, quizás tal vez no nos preocupamos tanto por buscar ser sanados, ser liberados, ser iluminados. La gente nos dice el evangelista Lucas al final del texto de hoy: “Asombrada, maravillada por lo que hacía Jesús, y a diferencia de los disgustados fariseos, la gente sencilla alababa y daba gloria a Dios, porque es capaz no solamente de enseñar y de sanar, si no de liberar del pecado, perdonándonos en nombre del Padre de los cielos”. Hoy la gran enfermedad del mundo es el pecado personal, y esta enfermedad se vuelve más dura, más dramática, en la medida en que no reconocemos el pecado como enfermedad, es más, lo negamos. Ya hace algunas décadas, el gran Juan Pablo II (ahora santo) afirmaba: “Que la gran ceguera del hombre de nuestro tiempo es haber perdido la conciencia del pecado, negarlo, pensar que él no es, el hombre esclavo, atado, enfermo o engañado por ninguna realidad interior, y, por tanto, si no hay conciencia de pecado, no se ve la necesidad de un Dios Salvador, sanador y liberador, redentor del pecado que hay en nosotros”. Esa es la fotografía del hombre del siglo XXI, la conciencia oscurecida donde siente que, en él, en su vida, todo está bien, de nada tiene que arrepentirse, porque en nada se ha equivocado y por tanto en nada y en nadie tiene que buscar perdón, sanación y liberación. Lo decía en su momento también Benedicto XVI: “Cuando el hombre saca a Dios de su vida porque piensa que no lo necesita, el hombre mismo se hace un daño porque todos necesitamos vivir la experiencia de sentirnos perdonados, sanados, aligerados, descargados de los pesos, cargas y culpas que llevamos en la vida. Pero si sacamos al Dios que perdona, al Dios que libera de nuestra existencia, cuánta oscuridad y cuánta esclavitud en nuestro mundo”. Que el Señor te bendiga en abundancia en este día, en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

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