¡Feliz Navidad para todos!

dc.contributor.authorFundación Amén Comunicaciones
dc.date.accessioned2024-12-18T17:40:45Z
dc.date.available2024-12-18T17:40:45Z
dc.date.issued2024-12-25
dc.descriptionTRANSLITERACIÓN REFLEXIÓN PADRE CARLOS YEPES Con sentimiento de inmensa alegría, paz y esperanza, ha llegado el gran día de Navidad para toda la humanidad y por eso, desde el fondo del corazón, les deseo a todos una bendecida, bienaventurada Navidad para todos en el seno de sus familias, y Navidad para el mundo, por el paso del Bebé Salvador, del recién nacido redentor que quiere quedarse en nuestro mundo, en nuestras vidas. Recuerdo que, de niño, siendo un infante, siempre sobre el filo de la media noche del 24 de diciembre, para recibir un día como hoy 25, me sentaba a mirar el firmamento en un lugar de silencio y de intimidad, y a contemplar las estrellas en la confianza de encontrar un astro quizás más luminoso que los demás, y con el corazón lleno de alegría, hablaba en el silencio del mismo a Dios y encontraba en esa noche mágica, llena de luceros, la presencia Santa, pacífica y amorosa del Señor. Las Navidades nos han cambiado con el paso del tiempo y hoy reconocemos que más allá de una Navidad comercial, de exterioridades y de mucho ruido, estamos llamados a recuperar la Navidad cristiana, al nacimiento espiritual e interior de Jesús en el corazón de cada uno de nosotros y a entender lo que los padres de la Iglesia hace muchos siglos entendían como un misterio donde “Dios se acerca al hombre, para que el hombre se acerque profunda y existencialmente a Dios”. Es que sólo tiene sentido una Navidad religiosa, si experimentamos al recién nacido como el Emmanuel, el Dios con nosotros. Sólo tiene sentido si reconocemos su pasar entre nosotros, compartiendo nuestra vida, nuestras fatigas, compartiendo nuestros sueños y esperanzas, y mostrándonos una nueva manera de vivir. Pero resumamos este día de Navidad, a partir de palabras y valores fundamentales para el mundo del siglo XXI. Navidad es fiesta y es fiesta en sentidos puntuales. El primero, Navidad es fiesta de la vida porque nos ha nacido un Bebé, no sólo en el vientre de María, su Madre, sino para la humanidad entera y por la fe lo damos a luz y lo celebramos en la liturgia bimilenaria de la Iglesia Católica. Y así como un recién nacido es fuente de gozo y alegría profunda para una familia, cuanto más el recién nacido Salvador y Redentor será fuente de paz, esperanza y alegría para toda la humanidad. Pero en un segundo momento reconocemos, que la Navidad es la fiesta del amor. Por amor Dios se encarna, por amor el Padre nos envía a su Hijo, por amor este Hijo asume la totalidad de la condición humana igual en todo a nosotros: alegrías, tristezas, cansancios, fatigas, momentos de fruición, momentos de depresión personal, en todo igual a nosotros, menos en el pecado, en el que no cayó. Entendemos cuando la teología afirma como un principio fundamental: “Sólo se redime aquello que se asume”, y Jesús Bebé redimió al hombre porque asumió amorosamente la condición de hombre, haciéndose, como dice san Pablo: “El último entre los hombres, el más pequeño de todos”. Pero en un tercer momento, la fiesta de hoy es una fiesta de paz. El ángel de la Navidad anunciará: ¡Gloria, gloria; gloria a Dios en el cielo y paz, profunda paz a los hombres y mujeres que ama el Señor! Acaso no es la gran palabra de Jesús, su gran mensaje una vez muerto en la cruz y Resucitado, cuando a los suyos les dice: ¡Shalom, la paz sea con ustedes! y entendiendo el Shalom bíblico como el deseo de que todas las bendiciones de Dios, todos los parabienes que el buen Dios pueda darnos a la vida, se realicen en cada uno de nosotros y a lo largo de nuestra existencia. Pero, además, cuánta paz necesita nuestro mundo, donde algunos pueblos armados militarmente hasta los dientes se amenazan verbalmente, se confrontan en escaramuzas que amenazan con una escalada bélica más grande, y como en el mundo de las tecnologías vemos en tiempo real los ataques con drones, misiles, (en lo que hoy no dudamos en llamar las modernas guerras tecnológicas), que no por ello no dejan de generar gran sufrimiento, destrucción, pobreza, dolor inútil a tantos pueblos. Cómo el Niño Salvador, y hoy lo pedimos de manera especial traiga paz, especialmente a aquellos pueblos, a aquellas sociedades, a aquellas familias desunidas que viven en guerras interiores. Pero en un cuarto momento, la Navidad es fiesta de la alegría. La alegría que nace de la certeza de saber que Dios vive en mí, mora en lo profundo de mi alma, nunca me ha abandonado y, por el contrario, reconocer que las alegrías del mundo, la de la diversión, la de la comida, la de los lujos, la de los excesos, la alegría de las hormonas y de las pulsiones humanas, no dejan de ser simplemente alegrías efímeras, pasajeras, engañosas por superficiales y, en el fondo, incapaces de generar un gozo profundo y definitivo en la vida. En un quinto momento reconocemos que la Navidad es la fiesta de la esperanza, porque ni el pecado, ni el mal, ni la muerte, ni ningún sufrimiento humano serán la última realidad en la vida del hombre y la fe bimilenaria (dos mil años en Cristo) nos garantiza, nos augura y nos promete que con Dios la victoria y el triunfo sobre el mal y la muerte está garantizado y esto nos llena de esperanza. La misma Pasión, Crucifixión, pero luego bendita Resurrección de Cristo, nos dice que aquél poder del mal, la muerte que a todos nos atemoriza y nos desesperanza, no es la última verdad en la vida del ser humano. Por eso mantengamos la esperanza de que soledad, enfermedad, pobreza, injusticia, violencia, guerra o cualquier otro mal que nos haga sufrir, al final será vencido y triunfará el bien, la justicia, la verdad, la belleza y el amor. En una sexta realidad de lo que es la Navidad, podríamos decir que es la fiesta de la humildad, un canto a la vida simple, un elogio a una familia campesina nacida en Belén, una demostración de que Dios no se manifiesta en el boato, en el espectáculo tipo inauguración de Juegos Olímpicos, sino que Dios habla a los sencillos de corazón, a los pobres en el espíritu, a aquellos simples de alma, a aquellos que saben con humildad acoger el don de Dios. Cuánto nuestro mundo autosuficiente, nuestra generación ensoberbecida y auto endiosada, que desconoce al Dios de la vida y se auto endiosa ella misma pensando que no se equivoca y que siempre le asiste la razón y la verdad, y hoy está pagando las consecuencias en una profunda soledad, depresión y una crisis de sentido de vida, cuánto necesita nuestra generación actual humildad, reconocernos criaturas frágiles y reconocer al verdadero Creador que por amor y por la fuerza del amor lo alcanza y lo puede todo. Finalmente, hablemos de la Navidad como la fiesta de la familia. Y es que una familia es el don más grande después de la vida, una familia es tan grande que, hasta Dios mismo, el Niño Salvador quiso tener una familia en José y en María, (la que llamamos la Sagrada Familia de Nazaret). Cuando hoy pensamos que la gran cosa es vivir en soledad, independizarnos de nuestros padres, gritar una libertad salvaje donde ya decidimos que es bueno, que es malo, hasta queremos torcer el orden natural de la biología y llamar masculino a lo femenino, femenino a lo masculino, hoy cuanto necesitamos de una familia donde aprendamos valores como el respeto, el compartir, el sentido trascendente de la vida, la obediencia, la autoridad de unos padres, el reconocimiento de que solos no somos felices, el sentido del trabajo honrado y honesto, tantos valores, el compartir fraterno, tantos principios rectores. Siete grandes valores. La Navidad es fiesta, uno, de la vida, dos, fiesta del amor, tres, fiesta de la paz, cuatro, fiesta de la alegría, cinco, fiesta de la esperanza, seis, fiesta de la humildad, siete, fiesta de la familia.
dc.description.abstractREFERENCIA BÍBLICA DEL EVANGELIO Lucas 2, 1-14 Lecturas del día de Hoy: Primera Lectura: Is 52, 7-10: ¡Que hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva, que pregona la victoria, que dice a Sión: «Tu Dios es Rey»! Escucha, tus vigías gritan, cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor, que vuelve a Sión. Romped a cantar a coro, ruinas de Jerusalén, que el Señor consuela a su pueblo, rescata a Jerusalén; El Señor desnuda su santo brazo a la vista de todas las naciones, y verán los confines de la tierra la victoria de nuestro Dios. Palabra del Señor. Te alabamos Señor Salmo de hoy: Salmo 98/97, 1.2-3ab.3cd-4.5-6: Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas: su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo. Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia: se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel. Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad. Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Tañed la cítara para el Señor, suenen los instrumentos: con clarines y al son de trompetas, aclamad al Rey y Señor. Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Segunda Lectura: Hb 1,1-6: Dios nos ha hablado por su Hijo. En distintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha ido realizando las edades del mundo. Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser. Él sostiene el universo con su palabra poderosa. Y, habiendo realizado la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de su majestad en las alturas; tanto más encumbrado sobre los ángeles, cuanto más sublime es el nombre que ha heredado. Pues, ¿a qué ángel dijo jamás: «Hijo mío eres tú, hoy te he engendrado», o: «Yo seré para él un padre, y el será para mi un hijo»? Y en otro pasaje, al introducir en el mundo al primogénito, dice: «Adórenlo todos los ángeles de Dios.» Palabra del Señor. Te alabamos Señor Evangelio de Hoy: Lectura del Santo Evangelio según San Juan 1, 1-18: La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros. En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Éste es de quien dije: "El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo."» Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer. Palabra del Señor, Gloria a ti Señor Jesús.
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dc.subjectAmor
dc.subjectEsperanza
dc.subjectFeliz Navidad
dc.subjectNacimiento de Jesús
dc.subjectNavidad fiesta del amor
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dc.subjectSan Lucas
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dc.title.alternativeNavidad
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